jueves, 4 de junio de 2015

Mario Bunge

Mario Bunge

(Buenos Aires, 1919) Físico y filósofo de la ciencia argentino. Tras realizar sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, se doctoró en Física y Matemáticas por la Universidad de La Plata, y estudió Física Nuclear en el Observatorio astronómico de Córdoba. Compaginó ya por entonces su dedicación a la ciencia con el interés por la filosofía, fundando la revista Minerva en 1944. Fue profesor de Física (1956-1958) y de Filosofía (1957-1962) en la Universidad de Buenos Aires, y desde 1962 fue profesor de Filosofía en la McGill University de Montreal. En 1982 fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Humanidades.

Mario Bunge
Interesado principalmente por la lógica de la ciencia y los problemas del conocimiento científico, ha tratado de construir una filosofía científica (más precisamente, una metafísica) que tuviera en cuenta tanto el conocimiento elaborado por la ciencia como el método utilizado por quienes la practican, entendiendo que este último es un proceso que no está exclusivamente supeditado ni a la experiencia ni a la teoría.
Aunque la concepción de la ciencia elaborada por Bunge concede importancia al desarrollo de la investigación científica en la historia, su orientación está principalmente dirigida al análisis formal de dicho desarrollo, y se aparta de la insistencia en los aspectos históricos, psicológicos y sociales propia de enfoques como los de Thomas S. Kuhn y Paul Feyerabend.
Defensor de un realismo crítico basado en una ontología materialista y pluralista, ha mantenido una actitud beligerante ante el psicoanálisis, al que considera una pseudociencia supeditada a la aceptación acrítica de la doctrina de Freud como argumento de autoridad; en un sentido análogo, considera que el marxismo no ha conseguido superar la condición ideológica de sistema de creencias a causa de su repetición también acrítica de las enseñanzas de Marx.
Como obras principales del autor cabe citar Temas de educación popular (1943); La edad del Universo (1955); Causalidad: el principio de causalidad en la ciencia moderna (1959); La ciencia, su método y su filosofía (1959); Ética y ciencia (1960); Intuición y ciencia (1962); El mito de la simplicidad (1963); La ciencia (1963); La investigación científica, su estrategia y su filosofía (1967); Los fundamentos de la física (1967); Teoría y realidad (1972); Filosofía de la física (1973); Semántica (1974); Tecnología y filosofía (1976); Epistemología (1980); El problema mente-cerebro (1980); Ciencia y desarrollo (1980); Materialismo y ciencia (1981); Economía y filosofía (1982); Lingüística y filosofía (1982); Controversias en física (1983); Intuición y razón (1986); Filosofía de la psicología (1987) y Mente y sociedad. Ensayos irritantes (1989).
Su sistema filosófico está expuesto en los ocho volúmenes que integran su Tratado de filosofía básica (1974-1989), titulados respectivamente Sentido y referencia (1974); Interpretación y verdad (1974); El mobiliario del mundo (1977); Un mundo de sistemas (1979); Explorando el mundo (1983); Comprendiendo el mundo (1983); Filosofía de la ciencia y la tecnología (1985) y Ética: lo bueno y lo justo (1989).
Entre sus ensayos más destacados cabe citar Racionalidad y realismo (1985), en el que, desde una perspectiva cientificista y proclamando la supremacía de la ciencia sobre todos los demás tipos de conocimiento, Mario Bunge se propone defender el ámbito de la racionalidad y del realismo científico de los ataques siempre renovados de que fueron objeto durante siglos. Bunge arremete contra el fenomenismo de filósofos y científicos, oponiéndoles un contundente realismo gnoseológico inherente a la investigación científica y técnica, que consiste en estudiar y modificar el mundo real y no en crear mundos imaginarios.
El autor pasa revista crítica al antirrealismo a lo largo de la historia: la tradición fenomenista restaurada por Kant, y que dio origen al ficcionismo y al pragmatismo, en cuya genealogía también se inscribe Nietzsche. El ficcionismo afirma que sólo podemos saber de una cosa A que se comporta como si fuese una cosa B, es decir, que nuestro conocimiento de A es ficticio. Los neoficcionistas de este siglo afirman que las teorías científicas no son más que analogías o metáforas, a lo que opone Bunge que el pensamiento analógico sólo tiene valor heurístico. Según el pragmatismo, no podemos perseguir la verdad sino el éxito, por lo que el pragmatismo es psicológica y metodológicamente falso, además de poco práctico. Otros desafíos al realismo, el sociologismo (la comunidad científica crea los hechos que investiga), la doctrina de Kuhn de las revoluciones científicas y el anarquismo gnoseológico de Feyerabend, son sucesivamente acusados de infidelidad a la historia y a la metodología científica.



En Seudociencia e ideología (1985), Bunge traza un mapa general de la cultura de nuestro tiempo, en cuyo centro sitúa la investigación científica, delimitando las áreas de trabajo genuinas (ciencia y tecnología­, a las que se debería favorecer por ser motores del desarrollo) de las áreas ilegítimas (seudociencia y seudotecnología, que deberían ser abandonadas por su carácter de estafa, que lleva, en el mejor de los casos, al despilfarro). También deberían ser objeto de delimitación las actividades puramente ideológicas, que no por inevitables deben dejar de ser claramente distinguidas de la actividad científica y tecnológica.
En la segunda parte del libro, "Falsificaciones", se definen la seudociencia y la seudotecnología y se dan ejemplos: mentalismo, psicoanálisis y parapsicología, los cuales, aparte de sus distintos modos de proceder anticientíficamente, coinciden en el error de afirmar la realidad de entidades inmateriales. Otras manifestaciones de seudociencia son el sociologismo, el historicismo, la pseudoepistemología y, finalmente, la economía escolástica. La exposición acerca de esta última gira en torno a la polémica entre el autor y J. C. García-Bermejo sobre el libro Economía y filosofía, en la que Mario Bunge pretende revelar el carácter no científico de la mayor parte de los estudios actuales de economía. 

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/b/bunge.htm

sábado, 30 de mayo de 2015

Clasificación de las ciencias.

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Clasificación de Bunge: Ciencias Formales y Fácticas 

 


Son muchas las clasificaciones de la ciencia, en la actualidad se usa mucho la clasificación de Bunge: Ciencias Facticas y Formales


  • CIENCIAS FORMALES
Las Ciencias formales se ocupan de inventar entes formales y establecer sus relaciones, Inventan/crean el objeto, este se le debe poder surtir contenido factico y empírico. un ejemplo de las ciencias formales son la lógica y la matemática, y un objeto: los números
Nunca entra con conflicto con la realidad, porque hay distintas interpretaciones de los objetos formales. Se contentan con la lógica
A las matemáticas y a la lógica también se consideran ciencias deductivas, pues sus enunciados tienen que tener un conjunto de ideas admitidas previamente.
Las Ciencias formales demuestran o prueban.
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  • CIENCIAS FÁCTICAS
Tienen como objeto a los hechos, procura un conocimiento objetivo, para confirmar sus conjeturas necesitan de la observación y/o experimento, y no se conforman con ideas admitidas previamente, no emplean Símbolos vacíos sino que emplean símbolos interpretados.
Los enunciados deben ser verificables, por eso se dice que el conocimiento fáctico verificable es una ciencia empírica porque se requieren datos empiricos.
Las Ciencias Facticas verifican hipótesis que en su mayoría son provisionales.
 
http://cienciax1000.blogspot.com/2012/05/clasificacion-de-bunge-ciencias.html

viernes, 6 de marzo de 2015

Descartes.


René Descartes

(La Haye, Francia, 1596 - Estocolmo, Suecia, 1650) Filósofo y matemático francés. Después del esplendor de la antigua filosofía griega y del apogeo y crisis de la escolástica en la Europa medieval, los nuevos aires del Renacimiento y la revolución científica que lo acompañó darían lugar, en el siglo XVII, al nacimiento de la filosofía moderna.
El primero de los ismos filosóficos de la modernidad fue el racionalismo; Descartes, su iniciador, se propuso hacer tabla rasa de la tradición y construir un nuevo edificio sobre la base de la razón y con la eficaz metodología de las matemáticas. Su «duda metódica» no cuestionó a Dios, sino todo lo contrario; sin embargo, al igual que Galileo, hubo de sufrir la persecución a causa de sus ideas. 
 

La filosofía de Descartes
Descartes es considerado como el iniciador de la filosofía racionalista moderna por su planteamiento y resolución del problema de hallar un fundamento del conocimiento que garantice su certeza, y como el filósofo que supone el punto de ruptura definitivo con la escolástica. En el Discurso del método (1637), Descartes manifestó que su proyecto de elaborar una doctrina basada en principios totalmente nuevos procedía del desencanto ante las enseñanzas filosóficas que había recibido.
Convencido de que la realidad entera respondía a un orden racional, su propósito era crear un método que hiciera posible alcanzar en todo el ámbito del conocimiento la misma certidumbre que proporcionan en su campo la aritmética y la geometría. Su método, expuesto en el Discurso, se compone de cuatro preceptos o procedimientos: no aceptar como verdadero nada de lo que no se tenga absoluta certeza de que lo es; descomponer cada problema en sus partes mínimas; ir de lo más comprensible a lo más complejo; y, por último, revisar por completo el proceso para tener la seguridad de que no hay ninguna omisión.

René Descartes
El sistema utilizado por Descartes para cumplir el primer precepto y alcanzar la certeza es «la duda metódica». Siguiendo este sistema, Descartes pone en tela de juicio todos sus conocimientos adquiridos o heredados, el testimonio de los sentidos e incluso su propia existencia y la del mundo. Ahora bien, en toda duda hay algo de lo que no podemos dudar: de la misma duda. Dicho de otro modo, no podemos dudar de que estamos dudando. Llegamos así a una primera certeza absoluta y evidente que podemos aceptar como verdadera: dudamos.
Pienso, luego existo
La duda, razona entonces Descartes, es un pensamiento: dudar es pensar. Ahora bien, no es posible pensar sin existir. La suspensión de cualquier verdad concreta, la misma duda, es un acto de pensamiento que implica inmediatamente la existencia del "yo" pensante. De ahí su célebre formulación: pienso, luego existo (cogito, ergo sum). Por lo tanto, podemos estar firmemente seguros de nuestro pensamiento y de nuestra existencia. Existimos y somos una sustancia pensante, espiritual.
A partir de ello elabora Descartes toda su filosofía. Dado que no puede confiar en las cosas, cuya existencia aún no ha podido demostrar, Descartes intenta partir del pensamiento, cuya existencia ya ha sido demostrada. Aunque pueda referirse al exterior, el pensamiento no se compone de cosas, sino de ideas sobre las cosas. La cuestión que se plantea es la de si hay en nuestro pensamiento alguna idea o representación que podamos percibir con la misma «claridad» y «distinción» (los dos criterios cartesianos de certeza) con la que nos percibimos como sujetos pensantes.
Clases de ideas
Descartes pasa entonces a revisar todos los conocimientos que previamente había descartado al comienzo de su búsqueda. Y al reconsiderarlos observa que las representaciones de nuestro pensamiento son de tres clases: ideas «innatas», como las de belleza o justicia; ideas «adventicias», que proceden de las cosas exteriores, como las de estrella o caballo; e ideas « ficticias», que son meras creaciones de nuestra fantasía, como por ejemplo los monstruos de la mitología.
Las ideas «ficticias», mera suma o combinación de otras ideas, no pueden obviamente servir de asidero. Y respecto a las ideas «adventicias», originadas por nuestra experiencia de las cosas exteriores, es preciso obrar con cautela, ya que no estamos seguros de que las cosas exteriores existan. Podría ocurrir, dice Descartes, que los conocimientos «adventicios», que consideramos correspondientes a impresiones de cosas que realmente existen fuera de nosotros, hubieran sido provocados por un «genio maligno» que quisiera engañarnos. O que lo que nos parece la realidad no sea más que una ilusión, un sueño del que no hemos despertado.
Del Yo a Dios
Pero al examinar las ideas «innatas», sin correlato exterior sensible, encontramos en nosotros una idea muy singular, porque está completamente alejada de lo que somos: la idea de Dios, de un ser supremo infinito, eterno, inmutable, perfecto. Los seres humanos, finitos e imperfectos, pueden formar ideas como la de "triángulo" o "justicia". Pero la idea de un Dios infinito y perfecto no puede nacer de un individuo finito e imperfecto: necesariamente ha sido colocada en la mente de los hombres por la misma Providencia. Por consiguiente, Dios existe; y siendo como es un ser perfectísimo, no puede engañarse ni engañarnos, ni permitir la existencia de un «genio maligno» que nos engañe, haciéndonos creer que es real un mundo que no existe. El mundo, por lo tanto, también existe. La existencia de Dios garantiza así la posibilidad de un conocimiento verdadero.
Esta demostración de la existencia de Dios constituye una variante del argumento ontológico empleado ya en el siglo XII por San Anselmo de Canterbury, y fue duramente atacada por los adversarios de Descartes, que lo acusaron de caer en un círculo vicioso: para demostrar la existencia de Dios y así garantizar el conocimiento del mundo exterior se utilizan los criterios de claridad y distinción, pero la fiabilidad de tales criterios se justifica a su vez por la existencia de Dios. Tal crítica apunta no sólo a la validez o invalidez del argumento, sino también al hecho de que Descartes no parece aplicar en este punto su propia metodología.
Res cogitans y res extensa
Admitida la existencia del mundo exterior, Descartes pasa a examinar cuál es la esencia de los seres. Introduce aquí su concepto de sustancia, que define como aquello que «existe de tal modo que sólo necesita de sí mismo para existir». Las sustancias se manifiestan a través de sus modos y atributos. Los atributos son propiedades o cualidades esenciales que revelan la determinación de la sustancia, es decir, son aquellas propiedades sin las cuales una sustancia dejaría de ser tal sustancia. Los modos, en cambio, no son propiedades o cualidades esenciales, sino meramente accidentales.

René Descartes
El atributo de los cuerpos es la extensión (un cuerpo no puede carecer de extensión; si carece de ella no es un cuerpo), y todas las demás determinaciones (color, forma, posición, movimiento) son solamente modos. Y el atributo del espíritu es el pensamiento, pues el espíritu «piensa siempre». Existe, por lo tanto, una sustancia pensante (res cogitans), carente de extensión y cuyo atributo es el pensamiento, y una sustancia que compone los cuerpos físicos (res extensa), cuyo atributo es la extensión, o, si se prefiere, la tridimensionalidad, cuantitativamente mesurable en un espacio de tres dimensiones. Ambas son irreductibles entre sí y totalmente separadas. Es lo que se denomina el «dualismo» cartesiano.
En la medida en que la sustancia de la materia y de los cuerpos es la extensión, y en que ésta es observable y mesurable, ha de ser posible explicar sus movimientos y cambios mediante leyes matemáticas. Ello conduce a la visión mecanicista de la naturaleza: el universo es como una enorme máquina cuyo funcionamiento podremos llegar a conocer mediante el estudio y descubrimiento de las leyes matemáticas que lo rigen.
La comunicación de las sustancias
La separación radical entre materia y espíritu es aplicada rigurosamente, en principio, a todos los seres. Así, los animales no son más que máquinas muy complejas. Sin embargo, Descartes hace una excepción cuando se trata del hombre. Dado que está compuesto de cuerpo y alma, y siendo el cuerpo material y extenso (res extensa), y el alma espiritual y pensante (res cogitans), debería haber entre ellos una absoluta incomunicación.
No obstante, en el sistema cartesiano esto no ocurre, sino que el alma y el cuerpo se comunican entre sí, no al modo clásico, sino de una manera singular. El alma está asentada en la glándula pineal, situada en el encéfalo, y desde allí rige al cuerpo como «el nauta rige la nave», por medio de los espíritus animales, sustancias intermedias entre espíritu y cuerpo a manera de finísimas partículas de sangre, que transmiten al cuerpo las órdenes del alma. La solución de Descartes no resultó satisfactoria, y el llamado problema de la comunicación de las sustancias sería largamente discutido por los filósofos posteriores.
Su influencia
Tanto por no haber definido satisfactoriamente la noción de sustancia como por el franco dualismo establecido entre las dos sustancias, Descartes planteó los problemas fundamentales de la filosofía especulativa europea del siglo XVII. Entendido como sistema estricto y cerrado, el cartesianismo no tuvo excesivos seguidores y perdió su vigencia en pocas décadas. Sin embargo, la filosofía cartesiana se convirtió en punto de referencia para gran número de pensadores, unas veces para intentar resolver las contradicciones que encerraba, como hicieron los pensadores racionalistas, y otras para rebatirla frontalmente, como los empiristas. 

Así, el filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz y el holandés Baruch Spinoza establecieron formas de paralelismo psicofísico para explicar la comunicación entre cuerpo y alma. Spinoza, de hecho, fue aún más lejos, y afirmó que existía una sola sustancia, que englobaba en sí el orden de las cosas y el de las ideas, y de la que la res cogitans y la res extensa no eran sino atributos, con lo que se llegaba al panteísmo.
Desde un punto de vista completamente opuesto, los empiristas británicos Thomas Hobbes y John Locke negaron que la idea de una sustancia espiritual fuera demostrable; afirmaron que no existían ideas innatas y que la filosofía debía reducirse al terreno de lo conocido por la experiencia. La concepción cartesiana de un universo mecanicista, en fin, influyó decisivamente en la génesis de la física clásica, fundada por Newton.
No resulta exagerado afirmar, en suma, que si bien Descartes no llegó a resolver muchos de los problemas que planteó, tales problemas se convirtieron en cuestiones centrales de la filosofía occidental. En este sentido, la filosofía moderna (racionalismo, empirismo, idealismo, materialismo, fenomenología) puede considerarse como un desarrollo o una reacción al cartesianismo.

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/d/descartes.htm




lunes, 2 de marzo de 2015

Filósofos empiristas.




John Locke (Wrington, 29 de agosto de 1632-Essex, 28 de octubre de 1704) fue un pensador inglés considerado el padre del empirismo y del liberalismo moderno.

Su epistemología (teoría del conocimiento) no cree en la existencia del innatismo y el determinismo, considerando el conocimiento de origen sensorial, por lo que rechaza la idea absoluta en favor de la probabilística matemática. Para Locke, el conocimiento solamente alcanza a las relaciones entre los hechos, al cómo, no al por qué. Por otra parte cree percibir una armonía global, apoyado en creencias y supuestos evidentes por sí mismos, por lo que sus pensamientos también contienen elementos propios del racionalismo y el mecanicismo.
Cree en un Dios creador cercano a la concepción calvinista del gran relojero, basando su argumentación en nuestra propia existencia y en la imposibilidad de que la nada pueda producir el ser. Es decir, un Dios tal como lo describe el pensador racionalista, René Descartes, en el Discurso del método, en la tercera parte del mismo. De la esencia divina solamente pueden ser conocidos los accidentes y sus designios solamente pueden ser advertidos a través de las leyes naturales.
Trata la religión como un asunto privado e individual, que afecta solamente a la relación del hombre con Dios, no a las relaciones humanas. En virtud de esta privatización el hombre se libera de su dependencia de las imposiciones eclesiásticas y sustrae la legitimidad confesional a la autoridad política, puesto que considera que no hay base bíblica para un estado cristiano.
Considera la ley natural un decreto divino que impone la armonía global a través de una disposición mental (reverencia, temor de Dios, afecto filial natural, amor al prójimo), concretada en acciones prohibidas (robar, matar y en definitiva toda violación de libertad ajena), que obligan en favor de la convivencia.

Ensayo sobre el entendimiento humano

John Locke acabó su redacción en 1666, pero no fue publicada hasta 1690, año en que vio la luz bajo el título original inglés de An Essay Concerning Human Understanding.
En este tratado, Locke planteó los fundamentos del conocimiento humano y advirtió su intención de realizar una «obra moralmente útil». Concebida en la época de los grandes descubrimientos científicos (especialmente palpables en los trabajos de Christiaan Huygens, Isaac Newton), Locke pensaba que la filosofía tenía que participar en estos importantes avances, eliminando, por ejemplo, todas las invenciones y los conceptos inútiles acumulados durante los siglos anteriores. Según él, las analogías y las relaciones entre los contenidos del conocimiento, son los elementos que permiten la elaboración de instrumentos críticos capaces de eliminar los conocimientos erróneos. Debido a su característico empirismo analítico, se opuso a las concepciones puramente mecanicistas y sistemáticas cartesianas y, pese a ser cuestionado por Gottfried Wilhelm Leibniz, su influencia sobre los filósofos de la Ilustración fue considerable.
  • En el primer libro del Ensayo, Locke insistía en la necesidad de prescindir de consideraciones a priori y, en oposición a René Descartes, afirmaba que no existen conocimientos innatos y que sólo debe ser tenida en cuenta la experiencia.
  • En el segundo libro, propuso que la sensación (o ideas de la sensación, las «impresiones hechas en nuestros sentidos por los objetos exteriores») y la reflexión (o ideas de la reflexión, «reflexión del espíritu sobre sus propias operaciones a partir de ideas de sensación»), se fundamentan en la experiencia y en las ideas simples creadas por medio de la percepción inmediata derivada de las excitaciones que provienen de los objetos.
    Los individuos tienen la capacidad de representar los objetos, así como una voluntad libre para determinarlos. La razón presenta las ideas simples en tres grupos: conjunción, abstracción y combinación.
    La mente, además, tiene la capacidad de asociar y combinar estas ideas simples, produciendo así las ideas complejas que pueden ser: de sustancia (cosas individuales que existen), de modo (las que no existen en sí mismo sino en una sustancia) y de relaciones (que describen asociaciones de ideas).
  • En el tercer libro se interesaba por las relaciones entre el lenguaje y el pensamiento, en la formación intersubjetiva del conocimiento. Las palabras remiten a ideas generales que son evidenciadas por sustracciones sucesivas de sus particularidades circunstanciales. Distinguía entre las esencias nominales (que son complejas, y establecidas para servir a la selección y clasificación de las ideas) y las esencias reales (para uso de la metafísica, inaccesibles a la razón, la cual no puede tener acceso a su conocimiento).
  • En el cuarto libro trataba de averiguar lo que se establece a partir del acuerdo o desacuerdo entre dos ideas, ya fuera por intuición, por demostración racional o por conocimiento sensible. La confrontación práctica permite despejar la duda. No son conexiones entre las ideas nacidas de cualidades sensibles lo que percibimos. De hecho, el conocimiento humano se basa en las definiciones que da a las cosas llamadas «reales». El saber humano es, pues, limitado. Sólo el conocimiento proporcionado por los sentidos puede indicar lo que de realidad hay en los objetos del mundo. La verdad es cuestión sólo de palabras, mientras que la realidad interesa a los sentidos. A falta de algo mejor, para paliar la limitación de las posibilidades cognoscitivas de la realidad se puede intentar utilizar en un discurso la noción de cosas «probables». Para Locke, Dios es el resultado de una inferencia y las enseñanzas resultantes de la fe deben estar de acuerdo con la razón. Ateísmo y escepticismo están pues muy presentes en John Locke, como en la mayor parte de los empiristas ingleses.
En resumen la principal idea que subyace en el Ensayo es que únicamente la sensación permite la comprensión de la realidad y que la verdad pertenece sólo al discurso.

Política

Carta sobre la tolerancia. Portada de una edición de 1765.
En política, John Locke es considerado el padre del liberalismo moderno. Propone que la soberanía emana del pueblo; que la propiedad, la vida, la libertad y el derecho a la felicidad son derechos naturales de los hombres, anteriores a la constitución de la sociedad.
El Estado tiene como misión principal proteger esos derechos, así como las libertades individuales de los ciudadanos. También sostiene que el gobierno debe estar constituido por un rey y un parlamento. El parlamento es donde se expresa la soberanía popular y donde se hacen las leyes que deben cumplir tanto el rey como el pueblo. Anticipándose a Montesquieu, a quien Locke influyó, describe la separación del poder legislativo y el ejecutivo. La autoridad del Estado se sostiene en los principios de soberanía popular y legalidad. El poder no es absoluto sino que ha de respetar los derechos humanos.
Al Estado le confiere funciones de decisión en controversias entre los individuos, en el contexto de la pluralidad y la tolerancia, puesto que se dan diversidad de opiniones e intereses entre los hombres, fruto de las distintas vías individuales de búsqueda de la felicidad, por lo que el desacuerdo y los conflictos son inevitables.
Postula que los hombres viven en el estado de naturaleza en una situación de paz y sometidos a leyes naturales que surgen de la razón. Los hombres salen a través del pacto social del estado de naturaleza porque no existe allí justicia imparcial que asegure los derechos naturales. El ingreso a la sociedad civil es a través del contrato. Si es violado por la autoridad pública que resultó de la voluntad de los ciudadanos, se vuelve al estado de naturaleza. La autoridad se sostiene en tanto asegure los derechos naturales que el individuo buscó proteger al entrar en la sociedad.

David Hume






David Hume (Edimburgo, 7 de mayo de 1711 – ibídem, 25 de agosto de 1776) fue un filósofo, economista, sociólogo e historiador escocés y constituye una de las figuras más importantes de la filosofía occidental y de la Ilustración escocesa.
Los historiadores consideran que la filosofía de Hume no es válida como una profundización en el escepticismo, aunque esta visión ha sido discutida argumentando que el naturalismo tiene un peso comparable en su pensamiento. El estudio de Hume ha oscilado entre los que enfatizan la vertiente escéptica de Hume (como es el caso del positivismo lógico), y los que, en cambio, consideran más importante la vertiente naturalista (como Don Garret, Norman Kemp Smith, Kerry Skinner, Barry Stroud y Galen Strawson).
Hume estuvo fuertemente influido por los empiristas John Locke y George Berkeley, así como por varios escritores franceses como Pierre Bayle, y algunas figuras del panorama intelectual anglófono como Isaac Newton, Samuel Clarke, Francis Hutcheson y Joseph Butler.
Hume afirma que todo conocimiento deriva, en última instancia, de la experiencia sensible, siendo ésta la única fuente de conocimiento y sin ella no se lograría saber alguno.

Aunque Hume escribió sus obras en el siglo XVIII, su trabajo sigue siendo relevante en las disputas filosóficas de la actualidad, lo que contrasta con las aportaciones de muchos de sus contemporáneos. A continuación se ofrece un sumario de sus trabajos filosóficos más influyentes:

Ideas e impresiones

Hume cree que todo el conocimiento humano proviene de los sentidos. Nuestras percepciones, como él las llamaba, pueden dividirse en dos categorías: ideas e impresiones. Así define estos términos en Investigación sobre el entendimiento humano: «Con el término impresión me refiero a nuestras más vívidas percepciones, cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos. Y las impresiones se distinguen de las ideas, que son impresiones menos vívidas de las que somos conscientes cuando reflexionamos sobre alguna de las sensaciones anteriormente mencionadas». Más adelante precisa el concepto de las ideas, al decir «Una proposición que no parece admitir muchas disputas es que todas nuestras ideas no son nada excepto copias de nuestras impresiones, o, en otras palabras, que nos resulta imposible pensar en nada que no hayamos sentido con anterioridad, mediante nuestros sentidos externos o internos». Esto constituye un aspecto importante del escepticismo de Hume, en cuanto equivale a decir que no podemos tener la certeza de que una cosa, como Dios, el alma o el yo, exista a menos que podamos señalar la impresión de la cual, esa idea, se deriva.

Problema de la causalidad

Cuando un acontecimiento sucede tras otro, la mayoría de la gente piensa que una conexión entre ambos acontecimientos hace que el segundo suceda al primero (post hoc ergo propter hoc). Hume desafió a esta creencia en su primer libro Tratado de la naturaleza humana y más tarde en su Investigación sobre el entendimiento humano. Se dio cuenta de que aunque percibimos que un elemento suceda al otro, no percibimos ninguna condición necesaria y suficiente entre los dos. Y, de acuerdo con su epistemología escéptica, sólo podemos confiar en el conocimiento que adquirimos a través de nuestras percepciones. Hume declaró que nuestra idea de causalidad consiste en poco más que la esperanza de que ciertos acontecimientos se den tras otros que los preceden. «No tenemos otra noción de causa y efecto, excepto que ciertos objetos siempre han coincidido, y que en sus apariciones pasadas se han mostrado inseparables. No podemos penetrar en la razón de la conjunción. Sólo observamos la cosa en sí misma, y siempre se da que la constante conjunción de los objetos adquiere la unión en la imaginación» (Hume, 1740: 93). En realidad no podemos decir que un acontecimiento causó al otro. Todo lo que sabemos con seguridad es que un acontecimiento está correlacionado con el otro. Para describir esto, acuñó el término conjunción constante, que consiste en que cuando vemos cómo un acontecimiento siempre causa otro lo que en realidad estamos viendo es que un acontecimiento ha estado siempre en conjunción constante con el otro (costumbre). En consecuencia, no tenemos ninguna razón para creer que el primero causó al segundo, o que continuarán apareciendo siempre en conjunción constante en el futuro (Popkin y Stroll, 1993: 268). La razón por la que presentamos este comportamiento no es que la causa-efecto sea el comportamiento de la naturaleza, sino los hábitos de la psicología humana (Popkin y Stroll, 1993: 272).
Esta concepción le quita toda la fuerza a la causación, y otros humeanos posteriores, como Bertrand Russell, han desechado la misma noción de causación aduciendo que es un tipo de superstición. Pero esto desafía al sentido común, creando el problema de la causación —¿Qué justifica nuestra confianza en la existencia de una conexión causal y de qué clase de conexión podemos saber?— un problema para el que no se ha encontrado solución. Hume sostuvo que tanto nosotros como otros animales tenemos una tendencia instintiva a creer en la causación debido al desarrollo de hábitos de nuestro sistema nervioso, una creencia que no podemos eliminar, pero que no podemos probar mediante ningún argumento, deductivo o inductivo.

Problema de la inducción

En Investigación sobre el entendimiento humano (EHU), §4.1.20-27, §4.2.28-33.,2 Hume articuló su tesis de que todo el razonamiento humano pertenece a dos clases, Relaciones de ideas y Hechos. Mientras que las primeras involucran conceptos abstractos como las matemáticas y están gobernadas por las certezas deductivas, los segundos comportan la experiencia empírica donde todos los razonamientos son inductivos. Dado que de acuerdo con Hume no podemos conocer nada de la naturaleza con anterioridad a la experimentación, incluso un hombre racional sin experiencia «no podría haber inferido de la transparencia y la fluidez del agua que sofocaría su sed, o a partir de la luz y el calor del fuego que le consumiría» (EHU, 4.1.6) Así que todo lo que podemos decir, pensar o predecir de la naturaleza debe venir de la experiencia previa, lo que lleva a la necesidad de la inducción.
La inferencia o razonamiento inductivo presupone que se puede confiar en los actos pasados como regla a partir de la cual se puede predecir el futuro. Por ejemplo, si en el pasado ha llovido el 60% del tiempo cuando se dan unas condiciones atmosféricas determinadas, entonces en el futuro probablemente lloverá un 60% del tiempo si se dan las mismas condiciones. Pero aún queda el problema de cómo justificar tal inferencia, conocida como el principio de inducción. Hume sugirió dos posibles justificaciones, que sin embargo rechazó:
  1. La primera justificación descansa en la suposición, tomada como una necesidad lógica, de que el futuro debe parecerse al pasado. Pero Hume puntualiza que podemos concebir un mundo caótico y errante en el que el futuro no tiene nada que ver con el pasado; o un mundo como el nuestro hasta el presente, que llegado a un punto cambia totalmente. Así que nada hace que el principio de inducción sea una necesidad lógica.
  2. La segunda justificación, más modesta, apela a los éxitos anteriores de la inducción: en el pasado ha funcionado en la mayoría de las ocasiones, así que probablemente seguirá haciéndolo en el futuro. Pero, como Hume comenta, esta justificación hace uso del razonamiento circular en un intento de justificar la inducción mediante la reiteración, lo que nos devuelve al punto de partida.
El notable filósofo del siglo XX Bertrand Russell confirmó y elaboró el análisis de Hume del problema en su trabajo Los problemas de la filosofía, capítulo 6.
A pesar de la crítica de Hume a la inducción, sostuvo que era superior a la deducción en el reino del pensamiento empírico. Tal y como declara: «esta operación de la mente, por la que podemos inferir los efectos de las causas y viceversa, es esencial para la subsistencia de todas las criaturas humanas, es probable que pueda confiarse más en ella que en las falacias de la deducción de nuestra razón, que es lenta en sus operaciones; no aparece en los primeros años de la infancia; y como mucho es, en cualquier edad y periodo de la vida humana, extremadamente proclive al error». (EHU, 5.2.22)

Razón práctica: instrumentalismo y nihilismo

La mayoría de las personas consideran algunas conductas más razonables que otras. Por ejemplo, comer papel de aluminio parece irracional. Pero Hume negó que la razón tuviera un papel importante cara a motivar o desalentar la conducta. Según él, la razón no es más que una calculadora de conceptos y experiencia. Lo que en definitiva importa es como nos sentimos respecto a la conducta. Su trabajo se asocia con la doctrina del instrumentalismo, que dice que una acción es razonable si y sólo sí sirve para alcanzar las propios deseos, sean los que sean. La razón puede participar solamente informando acerca de las acciones que serán más útiles para alcanzar las metas y deseos, pero nunca dirá qué metas y deseos se deben de tener. Así que si alguien quiere ingerir papel de aluminio la razón dirá dónde encontrarlo, y no hay nada irracional en el hecho de comerlo o en querer hacerlo (a menos que se tenga un deseo más fuerte de conservar la salud). Hoy en día, sin embargo, se aduce que Hume fue un paso más allá adentrándose en el nihilismo, pues dijo que no había nada irracional en frustrar los propios deseos y metas. Tal conducta sería anormal, pero no sería contraria a la razón.

Ética

Hume trató la ética por primera vez en el segundo y tercer libro del Tratado de la naturaleza humana (1739). Muchos años después, extrajo y extrapoló las ideas allí propuestas en un ensayo más corto titulado Investigación sobre los principios de la moral (1751). La aproximación de Hume a los problemas morales es fundamentalmente empírica. En lugar de decir cómo debería de operar la moral, expone cómo realizamos los juicios morales. Tras proporcionar varios ejemplos llega a la conclusión de que la mayoría (si no todas) de las conductas que aprobamos tienen en común que buscan incrementar la utilidad y el bienestar público. Al contrario que el también empirista Thomas Hobbes, Hume declara que no sólo realizamos juicios morales teniendo en cuenta nuestro propio interés, sino también el de nuestros conciudadanos. Hume defiende esta teoría de la moral al asegurar que nunca podemos realizar juicios morales basándonos únicamente en la razón. Nuestra razón trata con hechos y extrae conclusiones a partir de ellos, pero no nos puede llevar a elegir una opción sobre otra; sólo los sentimientos pueden hacerlo. Este argumento contra la moral fundamentada en la razón forma parte hoy en día de los argumentos antirrealistas.
Por tanto, Hume niega la existencia de una "razón práctica" y la posibilidad de una fundamentación racional de la ética. El objeto de la moral (pasiones, voliciones y acciones) no es susceptible de ese acuerdo o desacuerdo entre las ideas sobre las que se basan lo verdadero y lo falso. Si la razón no puede ser la fuente del juicio de valor, habrá que buscarlo en el sentimiento, que surge espontáneo en nosotros ante acciones susceptibles de lo que consideramos valoración moral. El análisis de este sentimiento revela que es una forma de placer o de "gusto". Ello le lleva a excluir de la moral todo rastro de austero moralismo o de mortificación del alma o del cuerpo, porque el fin de la moral es la felicidad y el gozo de vivir del mayor número de hombres posible.
Igualmente duro se muestra Hume ante el problema religioso. Menoscaba la pretensión de las pruebas de la existencia de Dios, y niega su existencia apelando al problema del mal en el mundo. La religión tiene su origen en el sentimiento de miedo de la gente y en la ignorancia de las causas de los eventos terribles de la naturaleza. En su libro Historia natural de la religión, defiende una evolución a partir del politeísmo, hasta llegar a la idea abstracta de la divinidad propia de las religiones monoteístas.

Determinismo y libre albedrío

Muchos han advertido el conflicto aparente entre el libre albedrío y el determinismo. Si las acciones que se realizan estaban predeterminadas desde hace miles de millones de años, entonces ¿cómo es que podemos decidir? Pero Hume advirtió otro conflicto, al ver el problema desde la perspectiva contraria: el libre albedrío es incompatible con el indeterminismo. Si las acciones realizadas no están determinadas por acontecimientos anteriores entonces las acciones son completamente aleatorias. Además, y de más importancia para la filosofía humana, no están determinadas por el carácter o la personalidad –los deseos, las preferencias, los valores, etc.–; pero, ¿cómo podría ser alguien responsable de una acción que no es consecuencia de su carácter, sino que ocurre de forma aleatoria? El libre albedrío parece necesitar del determinismo, porque de lo contrario el agente y la acción no estarían conectados. Así que, mientras que el libre albedrío parece contradecir al determinismo, al mismo tiempo necesita del determinismo. La concepción de Hume de la conducta humana tiene causas, y por lo tanto al hacer a las personas responsables por sus acciones se debería intentar recompensarlas o castigarlas de tal forma que intentaran hacer lo que es moralmente deseable e intentaran evitar hacer lo que es moralmente indeseable.

Problema del ser y el deber ser

Hume se percató de que muchos escritores hablaban sobre lo que debería ser partiendo de la base de lo que es; pero hay una gran diferencia entre las proposiciones descriptivas (lo que es) y las prescriptivas (lo que debe ser) (ver libro III, parte I, sección I del Tratado de la naturaleza humana). Hume pide a los escritores que se pongan en guardia ante estos cambios sin aportar explicaciones acerca de cómo se supone que las proposiciones prescriptivas deben de seguirse de las declarativas. La cuestión de ¿con qué exactitud se puede derivar el 'deber' del 'ser'? ha llegado a ser una de las cuestiones centrales de la teoría ética, y a Hume se le adjudica normalmente la opinión de que tal derivación es imposible (otros interpretan que Hume no dijo que una aserción fáctica no puede devenir en una aserción ética, sino que no podía hacerse sin prestar atención a los sentimientos humanos). Hume es probablemente uno de los primeros escritores que realizó una distinción entre lo normativo (lo que debería ser) y lo positivo (lo que es). G. E. Moore defendió una posición similar con su argumento de la pregunta abierta, en un intento de refutar cualquier identificación entre las propiedades morales y las naturales, la llamada falacia naturalista.

Utilitarismo

Estatua erigida en honor a David Hume en Edimburgo. Obra del escultor Alexander Stoddart.
Hume, junto con los demás miembros de la ilustración escocesa, fue probablemente el primero en proponer que la razón de los principios morales puede buscarse en la utilidad que tratan de promover. El papel de Hume, sin embargo, no debe sobreestimarse; fue Francis Hutcheson el que acuñó el lema del utilitarismo: «la mayor felicidad para el mayor número». Pero fue tras leer el Tratado de Hume cuando Jeremy Bentham sintió por primera vez la fuerza del sistema utilitario. Sin embargo, el proto-utilitarismo de Hume es peculiar. No cree que la adición de unidades de utilidad proporcione la forma de llegar a la verdad moral. Al contrario, Hume era un sentimentalista moral y, como tal, pensaba que los principios morales no podían justificarse intelectualmente. Algunos principios simplemente nos parecen mejores que otros; y la razón de por qué los principios utilitarios nos parecen mejores es porque favorecen nuestros intereses y los de nuestros coetáneos, con los que simpatizamos. Los seres humanos están fuertemente predispuestos a aprobar normas que promuevan la utilidad pública de la sociedad. Hume usó esta idea para explicar cómo evaluamos un amplio abanico de fenómenos, desde las instituciones sociales y políticas gubernamentales a los rasgos de la personalidad.

Problema de los milagros

Para Hume, el único apoyo de la religión más allá del estricto fideísmo son los milagros, dando argumentos a partir de la concepción de milagro como una violación de las leyes de la naturaleza. Su definición exacta de milagro se puede encontrar en su Investigación sobre el entendimiento humano, donde dice que los milagros son violaciones de las leyes naturales y por tanto son muy improbables. Se ha criticado esta idea mediante el contraargumento de que tal dictado asume el carácter de los milagros y las leyes de la naturaleza antes de examinar los milagros, lo que es una sutil forma de dar por sentada la conclusión. También puntualizaron que este razonamiento apela a la inferencia inductiva, problemática en la filosofía humana, pues nadie ha observado todos los acontecimientos de la naturaleza ni examinado todos los posibles milagros (por ejemplo, los que no han sucedido todavía). Otra oposición a este argumento parte de que el testimonio humano nunca puede ser suficientemente digno de confianza para contradecir la evidencia de las leyes de la naturaleza. Este punto de vista se ha aplicado a la cuestión de la resurrección de Jesús, respecto a la que Hume no dudó en preguntar, «¿Qué es más probable – que un hombre ascienda de entre los muertos o que el testimonio esté, de alguna forma, errado?». Esta pregunta es similar a la navaja de Occam. Este argumento es la espina dorsal del movimiento escéptico y todavía constituye un problema para los historiadores de la religión.

Argumento del diseñador

Uno de los argumentos más antiguos y utilizados para demostrar la existencia de Dios es el argumento teleológico: que todo el orden y el propósito es un indicio de su origen divino. Hume hizo la crítica clásica a este argumento en Diálogos sobre religión y en Investigación sobre el entendimiento humano y, aunque el asunto está lejos de estar resuelto, muchos creen que Hume refutó el argumento con éxito. Su argumentación se sostiene en que:
  1. Para que el argumento sea cierto, debe ser verdadero que el orden y el propósito se observen cuando resulten de un diseño. Pero se puede observar el orden con frecuencia en procesos carentes de planificación como la cristalización. El diseño sólo es causante de una minúscula parte de nuestra experiencia.
  2. Además, el argumento del diseñador se basa en una analogía incompleta: dada nuestra experiencia con los objetos, podemos reconocer los diseñados por el hombre, comparando por ejemplo un montón de piedra con una pared. Pero para reconocer un universo diseñado necesitamos conocer una variedad de universos diferentes. Como sólo podemos conocer uno, la analogía no puede aplicarse.
  3. Incluso si el argumento fuera perfectamente válido, no podría establecer un teísmo robusto; pues se puede llegar fácilmente a la conclusión de que la configuración del universo es el resultado de un agente o agentes no inteligentes cuyos métodos sólo tienen una remota similitud con el diseño humano.
  4. Si un mundo natural ordenado necesita de un diseñador, entonces la mente de Dios (que es ordenada) también necesita un diseñador. Entonces, este diseñador necesita de otro diseñador, y así ad infinitum. Se podría responder apelando a una inexplicable mente divina auto-ordenada; pero entonces ¿por qué no contentarse con un inexplicable mundo auto-ordenado?
  5. A menudo, cuando se trata del propósito, cuando parece que el objeto X tiene la característica C para poder lograr la recompensa O, se puede explicar mejor mediante un filtrado: es decir, el objeto X no existiría si no tuviese la característica C, y la recompensa O sólo es una proyección de las metas humanas en la naturaleza. Esta explicación de la teleología anticipó la idea de selección natural.

Conservadurismo y teoría política

Muchos ven a David Hume como un conservador, y en ocasiones se le llama el primer filósofo conservador. Expresó su desconfianza por los intentos de reformar la sociedad para llevarla lejos de la costumbre establecida, y aconsejó a los pueblos que no se rebelasen contra sus gobernantes, excepto en casos de tiranía flagrante. Sin embargo, se resistió a tomar parte por ninguno de los partidos políticos británicos, los Whigs y los Tories, y creía que se debe equilibrar el anhelo de libertad con la necesidad de una autoridad poderosa, sin sacrificar ninguna de las dos. Apoyó la libertad de prensa y se mostró simpatizante de la democracia, aunque con restricciones. Se ha dicho que fue una gran inspiración para James Madison, en particular para el libro Federalista Nº 10. También se mostró optimista respecto al progreso social, pues creía que gracias al desarrollo económico que resulta de la expansión del comercio las sociedades progresaban desde la barbarie a la civilización. Según él, las sociedades civilizadas son abiertas, pacíficas y sociables, y sus ciudadanos son, en consecuencia, mucho más felices.
Aunque fuertemente pragmático, Hume produjo un ensayo titulado Idea de la mancomunidad perfecta, donde detallaba qué reformas se deberían acometer, que incluían la separación de poderes, descentralización, extender el sufragio a todo el que tuviera propiedades de valor y limitar el poder de la iglesia. Propuso el sistema del ejército Suizo como la mejor forma de protección. Las elecciones deberían de tener lugar anualmente y los representantes del pueblo no deberían de cobrar emolumentos.

Contribuciones al pensamiento económico

En el transcurso de sus argumentaciones políticas, Hume desarrolló muchas ideas que gozan de prevalencia en la economía, principalmente acerca de la propiedad intelectual, la inflación y el comercio exterior.
Para Hume la propiedad privada no es un derecho natural, pero se justifica debido a la existencia de bienes limitados. Si todos los bienes fueran ilimitados y estuvieran disponibles, entonces la propiedad privada no tendría sentido. Hume creía en la distribución desigual de la propiedad, dado que la igualdad perfecta destruiría las ideas de industria y el ahorro, lo que llevaría al empobrecimiento.
Hume se cuenta entre los primeros que desarrollaron la teoría llamada mecanismo de flujo especie-dinero, una idea que contrasta con el mercantilismo. Expuesto de una forma simplificada, en un sistema de patrón oro, cuando un país tiene una balanza comercial positiva (es exportador neto), incrementa sus flujos entrantes de oro. Esto resulta en una inflación de su nivel general de precios, que en último término erosionará la ventaja competitiva del país y reducirá sus exportaciones. De este modo, el patrón oro permitiría restaurar automáticamente el equilibrio en la balanza de pagos de un país.
Hume también propuso una teoría de la inflación beneficiosa. Creía que incrementar el suministro de dinero avivaría la producción a corto plazo. Este fenómeno estaría ocasionado por un margen entre el incremento del suministro de dinero y los precios. El resultado es que los precios no se elevarían a corto plazo y puede que no lo hicieran nunca. Esta teoría se desarrolló más tarde por John Maynard Keynes.

Racismo

Esta controvertida nota al pie aparece en el original del ensayo De los caracteres nacionales:
Sospecho que los negros y en general todas las otras especies de hombres (de las que hay unas cuatro o cinco clases) son naturalmente inferiores a los blancos. Nunca hubo una nación civilizada que no tuviera la tez blanca, ni individuos eminentes en la acción o la especulación. No han creado ingeniosas manufacturas, ni artes, ni ciencias. Por otra parte, entre los blancos más rudos y bárbaros, como los antiguos alemanes o los tártaros de la actualidad, hay algunos eminentes, ya sea en su valor, forma de gobierno o alguna otra particularidad. Tal diferencia uniforme y constante no podría ocurrir en tantos países y edades si la naturaleza no hubiese hecho una distinción original entre estas clases de hombre, y esto por no mencionar nuestras colonias, donde hay esclavos negros dispersados por toda Europa, de los cuales no se ha descubierto ningún síntoma de ingenio; mientras que la gente pobre, sin educación, se establece entre nosotros y se distinguen en todas las profesiones. En Jamaica, sin embargo, se habla de un negro que toma parte en el aprendizaje, pero seguramente se le admira por logros exiguos, como un loro que ha aprendido a decir varias palabras.
Debe tenerse en cuenta que esta forma de racismo era habitual en la cultura europea de la época de Hume. Podría haber sido un 'hijo de su época' en ese aspecto, o incluso, por la forma especulativa en que esta nota está escrita, podría haber aplicado un ejemplo de una de sus propias reflexiones sobre la causalidad, tratada más arriba: una "conjunción constante" entre las personas de otras razas que conocía y los logros de las mismas.


George Berkeley


George Berkeley (Inglés británico:/ˈbɑː.kli/; Inglés irlandés: /ˈbɑɹ.kli/) (Dysert, Irlanda, 12 de marzo de 1685 - Cloyne, id., 14 de enero de 1753), también conocido como el obispo Berkeley, fue un filósofo irlandés muy influyente cuyo principal logro fue el desarrollo de la filosofía conocida como idealismo subjetivo. Su doctrina también se conoce como inmaterialismo, dado que negaba la realidad de abstracciones como la materia extensa. Escribió un gran número de obras, entre las que se pueden destacar el Tratado sobre los principios del conocimiento humano (1710) y Los tres diálogos entre Hylas y Philonus (1713) (Philonus, el «amante de la mente», representa a Berkeley, e Hylas, que toma su nombre de la antigua palabra griega para designar a la materia, representa el pensamiento de Locke). En 1734 publicó El analista, una crítica a los fundamentos de la ciencia, que fue muy influyente en el desarrollo de la matemática.
La ciudad de Berkeley, California toma su nombre de este filósofo, en cuyo honor fue denominada la universidad en torno a la que creció.
También han tomado su nombre una residencia universitaria de la Universidad de Yale y la biblioteca del Trinity College de Dublín.

La filosofía de Berkeley es el empirismo llevado al extremo. Si John Locke había dudado sobre el conocimiento de los cuerpos, Berkeley va más allá. En su juventud, Berkeley propuso que no se puede saber si un objeto es, sólo puede saberse un objeto siendo percibido por una mente. Declaró que los seres humanos no pueden conocer los objetos reales o la materia que causa sus percepciones, sino que incluso las propiedades matemáticas son ideas semejantes a las cualidades sensoriales. Por tanto, concluyó que todo lo que puede conocerse de un objeto es su percepción del mismo, y resulta gratuito suponer la existencia de una sustancia real que sustente las propiedades de los cuerpos. Los conceptos abstractos de Locke no existen para Berkeley, ni en la naturaleza ni en el espíritu, es una ficción. Las ideas siempre conservan su particularidad. No es la abstracción, sino el lenguaje, lo que hace posible extender observaciones particulares a lo general.
En consecuencia, los objetos percibidos son los únicos acerca de los que se puede conocer. Cuando se habla de un objeto real en realidad se habla de la percepción del objeto. Los cuerpos no son más que haces de percepciones.
Esto plantea la cuestión de si los objetos son objetivos en el sentido de ser el mismo para diferentes personas, y, de hecho, si tiene sentido el concepto de existencia de otros seres humanos más allá de la percepción de los mismos. Berkeley argumenta que dado que experimentamos a otros humanos cuando nos hablan—algo que no está originado por ninguna actividad que emprenda el individuo que percibe—y dado que sus visiones del mundo son consistentes, se puede creer en su existencia y que el mundo es idéntico o similar para todos.
En consecuencia:
  1. Todo conocimiento del mundo empírico se obtiene a través de la percepción directa.
  2. El error proviene de considerar en detalle las percepciones.
  3. El conocimiento del mundo empírico puede purificarse y perfeccionarse eliminando todo el pensamiento y quedándose sólo con las percepciones puras.
De esto se sigue que:
  1. La forma ideal del conocimiento científico se obtiene persiguiendo las percepciones puras, sin intervención del intelecto.
  2. Si los individuos actuaran de esta forma, seríamos capaces de conocer los secretos más profundos del mundo natural y del mundo humano.
  3. La meta de la ciencia, por tanto, es desintelectualizar las percepciones humanas, purificándolas.
Berkeley es metafísico por cuanto afirma la existencia de una realidad trascendente y la considera objeto de conocimiento. La realidad de los cuerpos es su condición de ser percibidos y el que las percibe debe por tanto de existir. Hay un espíritu que percibe y piensa, pero es la única clase de sustancia, no hay una sustancia exterior al espíritu, como en la metafísica tradicional. Algunas de las ideas que tiene este espíritu implican la influencia de Dios para que se produzcan de forma coherente. Es decir, el mundo material son las percepciones que Dios nos hace tener. Pero como Dios no puede ser objeto de conocimiento, sólo las apariencias lo serán. Dios no sería entonces el distante ingeniero de los mecanismos newtonianos que a lo largo del tiempo causan el crecimiento de un árbol en el jardín de la universidad. En lugar de esto, la percepción del árbol es una idea en Dios, y el árbol sigue existiendo cuando aparentemente nadie lo percibe simplemente porque Dios lo observa constantemente. Dios es, para Berkeley, el garante del orden que se halla entre todas las ideas.
La filosofía de David Hume acerca de la causalidad y la objetividad es una elaboración de otro aspecto de la filosofía de Berkeley. A medida que progresó el pensamiento de Berkeley, pudo haber asimilado las teorías de Platón, aunque no se sabe con seguridad. Luce, el considerado más eminente estudioso de la filosofía de Berkeley del siglo XX, enfatizó con frecuencia la continuidad de su filosofía en la madurez. Esto indica una continuidad entre los Principios, Alciphron y el resto de las obras filosóficas de Berkeley. Además, el panenteísmo inquebrantable de Berkeley es una evidencia que contradice una completa asimilación del platonismo, y Alciphron es un desarrollo en lugar de una revisión de cualquier trabajo previo. También contradice esta interpretación el hecho de que Berkeley volviese a publicar sus libros pocos años antes de su muerte sin realizar cambios importantes.
En relación a la física newtoniana, Berkeley le concedió un carácter únicamente utilitarista. Para él, las herramientas matemáticas empleadas en la elaboración de la física de su tiempo son otra clase de ideas no-generales. Ejemplificó este extremo señalando que al pensar un triángulo no se opera sobre una idea abstracta y general del triángulo, sino que la idea pensada viene siempre aparejada de un triángulo cualquiera, sosteniendo por lo tanto su realización particular en la mente. En consecuencia, las tesis científicas son construcciones matemáticas que predicen resultados más o menos adecuados a lo percibido, no obstante careciendo de una aprehensión de la esencia de tales cosas. Por otro lado, Berkeley rechazó los conceptos absolutos en la física, presintiendo una visión relativista de la realidad que llegaría más recientemente con Ernst Mach.
Refiriéndose a la filosofía de Berkeley, Samuel Johnson le propinó una patada a una roca exclamando Lo refuto así. Un empirista podría replicar que la única cosa que Johnson conoció de la piedra fue lo que vio con sus ojos, oyó con sus oídos y sintió con su pie. Así que la existencia de la piedra consistía únicamente en las percepciones de Johnson. Podría ser que Johnson hubiera pateado en realidad un tocón inusualmente gris, o puede que le diera un ataque súbito de artritis justo cuando iba a darle una patada a un trozo de hierba con una roca pintada. Lo que la piedra realmente era, aparte de las sensaciones que pudo experimentar o las representaciones mentales que se hiciera, le sería, de esta forma, completamente desconocido. La roca existiría, en última instancia, como una idea de su mente.
El Tratado de Berkeley se publicó tres años antes de la aparición del Clavis Universalis de Arthur Collier, que desarrollaba ideas semejantes. Sin embargo, al parecer ninguno de los dos influyó al otro.
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer escribió a propósito del mérito de la obra de Immanuel Kant que ésta representa un verdadero hito filosófico pues antes " (...) lo predominante había sido buscar irreflexivamente las leyes del fenómeno, elevarlas a verdades eternas y así erigir el fenómeno fugaz en la verdadera esencia del mundo: en una palabra, el realismo no perturbado en su delirio por reflexión alguna",3 acusación que no extiende a Berkeley y antes bien reconoce que éste: "(...) fue, por tanto, el primero en tratar el punto de partida subjetivo realmente en serio y en demostrar irrefutablemente su absoluta necesidad. Es el padre del idealismo...."'

Filósofos racionalistas.

 

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Spinoza (1632-1677)

La filosofía de Spinoza pretende una reforma del entendimiento, la religión y la política. Si se lo tuviera que comprar con Descartes se diferencia de éste por haberse ocupado de la política, excluyendo la problemática científica.
Spinoza se inspira en manuales de geometria euclidiana, lo cual revela su método: todo debe ser reducido geométricamente a partir de la idea de Dios, la cual es una idea innata. Por otra parte, en claro panteísmo, todo procede de Dios y todo permanece en él. La razón, es concebida como meramente deductiva y matemática, aspecto en el cual es posible encontrar las mayores similitudes respecto a Descartes.
Spinoza es quizá, un místico maravillado por la razón... o mejor, un racionalista inspirado en místicas intuiciones.

Naturaleza y Panteísmo

Deus, vive Substancia, sive Natura, la famosa formula de Spinoza expresa una noción de Dios diferente al de la Escolástica e incluso a la de Descartes. Dios es la Naturaleza, la Naturaleza es un Todo, una sola Substancia. Las cosas no son sino partes "inmanentes" del Todo.
El universo de Spinoza es pues, el panteísmo puesto que resurge en el la idea de la realidad como Totalidad infinita.
Mientras que para la escolástica, la substancia era concebida como un "substrato inerte", Spinoza la verá como causalidad y fuerza. Por su parte Descartes había concebido las sustancias finitas como condenadas a un perpetuo reposo, y había explicado su actividad deduciendo que el mundo de la extensión necesitaba que Dios lo ponga en movimiento al tiempo que el pensamiento necesita el concurso de la voluntad. Lo que Spinoza hará es dotar de dinamismo al esquema cartesiano de modo tal que identifica la extensión con el movimiento y el pensamiento con el pensar.
De esta forma, la Substancia (o Naturaleza) es activa y creadora. El atributo (o lo que expresa la esencia de la sustancia) del pensamiento genera ideas encadenadas entre sí que sintetizan una única idea de Dios. Y el atributo de extensión, produce una serie también infinita de movimientos: El orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y la conexión de las cosas

Monismo

Para Spinoza, todos los atributos se identifican entre sí, de manera tal que se evitan los problemas que surgen del dualismo cartesiano, puesto que ya no tiene sentido preguntarse como es que actúan las cosas sobre la mente o viceversa. En efecto, si hay una sola substancia, sus atributos, aunque sean infinitos, resultan en definitiva, un solo atributo (puesto que proceden de la misma substancia). Así, a cada cosa le corresponde una idea y esa idea es su "alma", por lo cual, todos los seres estarían animados en un grado diferente. El orden de las ideas, entonces, refleja el orden de las cosas y se trata, además, de un orden necesario: como la necesidad dirige todo lo que sucede en la Naturaleza, es que este puede ser expuesto en un orden geométrico. Sin embargo, debe observarse que esta "necesidad" no implica una "finalidad". Spinoza considera la causa eficiente, más no la causa final, puesto que pensar que las cosas acontecen para algo... no es más que un juego de la imaginación.

Imaginación y pasión

Spinoza dirá que el ser humano debe, ante todo, liberarse de la imaginación, pero ¿qué es la imaginación para Spinoza?
La imaginación es toda forma de conocimiento que, dependiendo del propio cuerpo (en cuanto que sufre la acción de otros cuerpos exteriores) de modo tal que solo permita conocer la naturaleza de un modo parcial (fragmentado).
Toda clase de ilusiones proceden de la imaginación:
a. Errores teleológicos: creer que el mundo está al servicio del hombre
b. Errores axiológicos: creer que nociones como "belleza" y "fealdad", "mal" y "bien" permiten conocer la Naturaleza.
c. Errores antrolológico: creer que el hombre mismo es una substancia. Si el hombre fuera "subastancia", el mundo estaría hecho para él y consecuentamente las cosas serían buenas o malas de acuerdo a si estas le convienen o no.
La pasión surge también de la imaginación y esclaviza al hombre. El amor, la tristeza, la alegría o el odio, lo dominan y lo convierten en esclavo de sus pasiones, sometiéndolo al curso del Universo.

Pensamiento y acción

Pero a través del pensamiento, el hombre puede conocer el mundo, esto significa producir sus propias ideas. De esta forma, la mente abandona la pasividad, con lo cual, la actividad del alma no será sin parte de la actividad del atributo infinito del Pensamiento. El alma humana se une a la Naturaleza, capta la Totalidad y ve ampliarse hasta el inivito su propia fuerza y su propio poder.
El conocimiento de la Totalidad (o lo que es igual, el modo en como cada caso se integra a la Totalidad) es el conocimiento adecuado. Por eso Spinoza dirá que la idea verdadera es la idea adecuada, difiere en este punto con Descartas que hablará de la idea clara y distinta.

Misticismo

Cuando el alma humana se une a la Naturaleza surge una alegría sin límites puesto que el hombre en lo más profundo de su ser es esfuerzo y deseo... poder y fuerza, y el esfuerzo es, antes que cualquier otra cosa, esfuerzo de conocer a Dios, con lo que el poder del hombre se incremente y nace la alegría por este acrecentamiento del propio ser.

Gottfried Wilhelm Leibniz

(Gottfried Wilhelm von Leibniz; Leipzig, actual Alemania, 1646 - Hannover, id., 1716) Filósofo y matemático alemán. Su padre, profesor de filosofía moral en la Universidad de Leipzig, falleció cuando Leibniz contaba seis años. Capaz de escribir poemas en latín a los ocho años, a los doce empezó a interesarse por la lógica aristotélica a través del estudio de la filosofía escolástica.
En 1661 ingresó en la universidad de su ciudad natal para estudiar leyes, y dos años después se trasladó a la Universidad de Jena, donde estudió matemáticas con E. Weigel. En 1666, la Universidad de Leipzig rechazó, a causa de su juventud, concederle el título de doctor, que Leibniz obtuvo sin embargo en Altdorf; tras rechazar el ofrecimiento que allí se le hizo de una cátedra, en 1667 entró al servicio del arzobispo elector de Maguncia como diplomático, y en los años siguientes desplegó una intensa actividad en los círculos cortesanos y eclesiásticos.


Leibniz

En 1672 fue enviado a París con la misión de disuadir a Luis XIV de su propósito de invadir Alemania; aunque fracasó en la embajada, Leibniz permaneció cinco años en París, donde desarrolló una fecunda labor intelectual. De esta época datan su invención de una máquina de calcular capaz de realizar las operaciones de multiplicación, división y extracción de raíces cuadradas, así como la elaboración de las bases del cálculo infinitesimal.
En 1676 fue nombrado bibliotecario del duque de Hannover, de quien más adelante sería consejero, además de historiador de la casa ducal. A la muerte de Sofía Carlota (1705), la esposa del duque, con quien Leibniz tuvo amistad, su papel como consejero de príncipes empezó a declinar. Dedicó sus últimos años a su tarea de historiador y a la redacción de sus obras filosóficas más importantes, que se publicaron póstumamente.

Representante por excelencia del racionalismo, Leibniz situó el criterio de verdad del conocimiento en su necesidad intríseca y no en su adecuación con la realidad; el modelo de esa necesidad lo proporcionan las verdades analíticas de las matemáticas. Junto a estas verdades de razón, existen las verdades de hecho, que son contingentes y no manifiestan por sí mismas su verdad.
El problema de encontrar un fundamento racional para estas últimas lo resolvió afirmando que su contingencia era consecuencia del carácter finito de la mente humana, incapaz de analizarlas por entero en las infinitas determinaciones de los conceptos que en ellas intervienen, ya que cualquier cosa concreta, al estar relacionada con todas las demás siquiera por ser diferente de ellas, posee un conjunto de propiedades infinito.

Frente a la física cartesiana de la extensión, Leibniz defendió una física de la energía, ya que ésta es la que hace posible el movimiento. Los elementos últimos que componen la realidad son las mónadas, puntos inextensos de naturaleza espiritual, con capacidad de percepción y actividad, que, aun siendo simples, poseen múltiples atributos; cada una de ellas recibe su principio activo y cognoscitivo de Dios, quien en el acto de la creación estableció una armonía entre todas las mónadas. Esta armonía preestablecida se manifiesta en la relación causal entre fenómenos, así como en la concordancia entre el pensamiento racional y las leyes que rigen la naturaleza.
Las contribuciones de Leibniz en el campo del cálculo infinitesimal, efectuadas con independencia de los trabajos de Newton, así como en el ámbito del análisis combinatorio, fueron de enorme valor. Introdujo la notación actualmente utilizada en el cálculo diferencial e integral. Los trabajos que inició en su juventud, la búsqueda de un lenguaje perfecto que reformara toda la ciencia y permitiese convertir la lógica en un cálculo, acabaron por desempeñar un papel decisivo en la fundación de la moderna lógica simbólica.

sábado, 25 de octubre de 2014

NEOCOLONIALISMO, GUERRA FRIA Y GLOBALIZACIÓN.



NEOCOLONIALISMO

https://www.youtube.com/watch?v=XPp6-uHNN0E&feature=player_detailpage

 

Neocolonialismo es la práctica geopolítica de utilizar el Mercantilismo,Clientelismo político, la globalización empresarial y el imperialismo cultural de influir en un país en el que grupos de oligarcas que hablan el mismo idioma y tiene la ciudadania de los países en los neocolonizados establecen una elite para dirigir las poblaciones y apropiarse de las tierras y recursos que poseen.
Durante las primeras décadas del siglo XX, el imperialismo de tipo militar, político y cultural dio paso al imperialismo económico. De esta forma las potencias prefirieron que sus colonias fueran mercados para sus productos de las industrias antes que enclaves militares y políticos. Esta situación se produjo porque los territorios colonizados independentistas acabaron con el dominio militar en sus territorios.
El neocolonialismo es diferente al colonialismo, que se caracteriza por un control directo. Así, se emplea la fuerza militar para la ocupación del país y se establecen colonos procedentes de la metrópolis en el territorio sujeto a dominación. Los terratenientes, pertenecientes a lo que se denominó la "hacienda tradicional", continuaron produciendo para su propia subsistencia y la de la población campesina vinculada a la hacienda por relaciones de tipo servil y, en algunos casos, abasteciendo a un mercado de amplitud regional.

Causas

Tras la liberación política de las colonias, se mantuvieron generalmente las antiguas estructuras económicas. La dependencia de las importaciones de la metrópolis, la concentración de la producción en ciertas materias primas para exportar a Europa y la carencia de los medios técnicos y del capital, y la conservación en ciertos casos de la propiedad de la industria en manos de colonizadores suponen la continuación del control económico sobre estos países. La devaluación de las materias primas que exportan y la venta de bienes manufacturados de mayor valor añadido generan un déficit comercial nocivo para estos países. La ilegítima deuda externa asumida por muchos países es también un factor relevante en el proceso.
El neocolonialismo es el control y la tutela que siguen ejerciendo las potencias coloniales, sobre sus antiguas colonias. La descolonización no supuso independencia económica para los países denominados "subdesarrollados", sino que los estados imperialistas se encargaron de organizar la economía y la política mundial, de manera que se conservase la explotación colonial. El neocolonialismo sería la herencia del colonialismo histórico y a la vez, la continuidad del sistema capitalista globalizador. Esta nueva fase, permite seguir con el sometimiento (hoy en día sin una ocupación y control directo), sino más bien a través de complejas estrategias económicas y políticas. “La tendencia profunda del capitalismo se ha abierto camino y hoy la expansión ya no requiere la anexión de territorios y su cobijo dentro de fronteras nacionales. Hoy la expansión capitalista “salta” las fronteras e invade los territorios sin necesidad de conquistarlos y anexionarlos”. (Vidal Villa, 1998).


La descolonización que supuestamente inauguraba la aparición de países “libres y soberanos”, supuso que los territorios colonizados se sumiesen en una situación de dependencia económica y política más dependiente que nunca. En un contexto en el que el flujo de mercancías y personas traspasa todos los límites territoriales; la división entre países centrales y periféricos ha llegado a su máxima expresión.
Para alcanzar el objetivo de la globalización del sistema capitalista, las potencias han entramado organismos que posibiliten la hegemonía política, económica y militar; de una manera más sutil que en la época del colonialismo. Se sigue implantando la ideología colonizadora a través del pretexto de “misión civilizadora” o simplemente reafirmando su posición en las relaciones de poder actuales. La inserción de los países “subdesarrollados” en el mercado mundial tiene un formato periférico, por lo que a pesar de la riqueza de recursos naturales que puedan tener, se encuentran sumidos en una situación de pobreza absoluta.
La usurpación de territorios ajenos impulsado por fines económicos y de poder, tiene consecuencias de todo tipo en los países explotados. La llegada de las multinacionales ha supuesto el deterioro del ecosistema por y para las exportaciones masivas, de manera que ha sido la naturaleza la que ha tenido que adaptarse al hombre. Entre las consecuencias sociales, la globalización capitalista ha supuesto también la globalización cultural, mutilando las tradiciones y modos de vivir autóctonos.
“Los países desarrollados están en una posición en la que pueden utilizar, en su beneficio y por multitud de canales, los recursos de los Países del . Ese es el fundamento del orden económico mundial. A los ojos de la mayoría de la humanidad se presenta como un orden tan caduco e injusto como el colonialismo del que arranca su origen y esencia

Regiones sujetas a neocolonialismo

África

La independencia de las colonias europeas en África fue consecuencia de muchos factores, entre ellos el deseo de los pueblos africanos de independizarse, inspirados por la independencia de la India, y el resentimiento popular contra el racismo y la desigualdad. Pero, además, las dos nuevas potencias surgidas tras la Segunda Guerra Mundial, la URSS y Estados Unidos, no habían participado en el reparto de África y querían asegurar su influencia en la zona. Las dos superpotencias financiaron los intereses independentistas y a los nuevos Estados. Trataban así de relanzar su industria de armamento, extender su ideología y obtener el control económico de la región.
Para alimentar, educar y modernizar a sus masas, África tomó prestadas grandes cantidades de dinero de varios países, banqueros y compañías. Gran parte de este dinero fue despilfarrado por dictadores corruptos y no revirtió en el bienestar de los pueblos; además, la deuda mermó la independencia de los Estados africanos.

Latinoamérica

Muchos países latinoamericanos recurrieron durante la década de los años setenta a créditos de bancos multinacionales, o empresas privadas de esos países se endeudaron y posteriormente su deuda privada se convirtió en deuda pública. Esto fue posible por la clase dirigente con intereses extra nacionales, con una visión neoliberalista, o por gobiernos militares impuestos desde afuera, en el caso de Latinoamérica muchos de estos gobiernos fueron impuestos por los Estados Unidos, como en la denominado Operación Cóndor. A estos países les resultó extremadamente difícil pagar la deuda externa y las potencias aprovecharon estas deudas, junto con acciones militares, como por ejemplo el golpe a Salvador Allende, o intimidación sindical, para convertir tales países en sus neocolonias, instalando bases militares, obteniendo acceso a sus recursos naturales a precios marginalmente bajos o implantando políticas que resultaran de beneficio para el país.

GUERRA FRIA

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La Guerra Fría fue un enfrentamiento político, económico, social, militar, informativo e incluso deportivo iniciado al finalizar la Segunda Guerra Mundial, cuyo origen se suele situar en 1947, durante las tensiones de la posguerra, y se prolongó hasta la disolución de la Unión Soviética (inicio de la Perestroika en 1985, caída del muro de Berlín en 1989 y golpe de Estado en la URSS de 1991), entre los bloques occidental-capitalista liderado por Estados Unidos, y el oriental-comunista liderado por la Unión Soviética. Las razones de este enfrentamiento fueron esencialmente ideológicas y políticas.
Si bien estos enfrentamientos no llegaron a desencadenar una guerra mundial, la entidad y la gravedad de los conflictos económicos, políticos e ideológicos, que se comprometieron, marcaron significativamente gran parte de la historia de la segunda mitad del siglo XX. Las dos superpotencias ciertamente deseaban implantar su modelo de gobierno en todo el planeta.
Ninguno de los dos bloques tomó nunca acciones directas contra el otro, razón por la que se denominó al conflicto «guerra fría».

Carrera armamentística

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, las dos potencias vencedoras disponían de una enorme variedad de armas, muchas de ellas desarrolladas y mejoradas durante el conflicto. Tanques, aviones, submarinos y otros avanzados diseños de navíos de guerra, constituían las llamadas armas convencionales. No obstante, la desigualdad resultaba patente, o por lo menos eso les parecía a los estadistas. Antes de la Segunda Guerra Mundial, la URSS contaba con el mismo número de carros de combate que el resto de las naciones juntas, y superaba en aviones de combate, al conjunto de todas las demás fuerzas aéreas.

Después del conflicto, la diferencia numérica no era tan abrumadora, pero aún resultaba ostentosa. Sin embargo, su flota no podía competir en condiciones de igualdad con la de Estados Unidos. Tras la Batalla de Midway quedó demostrada la importancia del avión naval de ataque y el portaaviones en los conflictos marítimos. La armada soviética disponía de muchos menos barcos de este tipo que la estadounidense, y además, sus naves eran de menor tamaño, y no disponían de cubierta corrida para operar dos aeronaves simultáneamente, por lo que su inferioridad resultaba manifiesta.



 Para la URSS, más problemático aún que la falta de portaaviones, era la falta de una red mundial de bases de aprovisionamiento abiertas durante todo el año. Mientras que Estados Unidos podía atracar sus buques en Nápoles, Rota, Hawái, Filipinas y muchos otros puertos más, la Unión Soviética no podía sacar sus barcos de puertos propios durante varios meses al año, pues sus puertos o estaban helados, o podían ser fácilmente bloqueados por los aliados. Era el caso de la flota del Mar Negro, que debía atravesar los 35 kilómetros del estrecho del Bósforo, que Turquía podía bloquear fácilmente.
En la aviación convencional, tanto en número como en calidad, los nuevos cazas y bombarderos soviéticos, no solo estaban a la altura, sino por encima de los occidentales, los aviones bombarderos Tu-4 lanzaron la primera Bomba Atómica Soviética. Pese a que el Pentágono siempre afirmaba poseer aparatos superiores a los de cualquier otro país, los enfrentamientos vividos durante la Guerra de Corea, Guerra de Vietnam y posteriormente, en la Guerra de la Frontera demostraron la igualdad, cuando no la superioridad, de los aviones soviéticos.



Pero eran las denominadas armas no convencionales las que llamaban poderosamente la atención: más poderosas, eficientes, difíciles de fabricar y extremadamente caras. La principal de estas armas era la bomba atómica. Al principio de la Guerra fría solo EE.UU. disponía de estas armas, lo que aumentaba significativamente su poder bélico. La Unión Soviética inició su propio programa de investigaciones, para producir también tales bombas, algo que consiguió en cuatro años; relativo poco tiempo, ayudándose de espionaje. En un principio, Estados Unidos centró sus investigaciones en perfeccionar el vector que transportara las bombas (misil o bombardero estratégico); pero fue cuando se supo que Moscú había detonado su primera bomba nuclear de fisión, cuando se dio luz verde al proyecto para fabricar la bomba de hidrógeno, arma que no tiene límite de potencia conocido.Esto se logró en 1952, y la URSS la obtuvo al año siguiente. Pese a que la carrera iba muy pareja en el plano cualitativo no era lo mismo en el cuantitativo: contradiciendo a la preocupación occidental de aquella época, el ciudadano estadounidense y miembro del Instituto Thomas Watson, Sergéi Jrushchov afirma que en tiempo de la Crisis de los misiles de Cuba el poder nuclear estadounidense superaba al oriental en 10 veces o más.



Esta carrera armamentística fue promovida por el llamado Equilibro de Terror, según el cual, la potencia que se colocase al frente en la producción de armas, provocaría un desequilibrio en el escenario internacional: si una de ellas tuviera mayor número de armas, sería capaz de destruir a la otra. No obstante, ya en el siglo XXI fuentes como The Times consideran que el esfuerzo soviético no se encaminó a superar al otro adversario, sino a alcanzarlo para, seguidamente, obligarlo a poner en práctica una estrategia defensiva no ofensiva (arrebatarle cuantos aliados pudiese conseguir). De esta misma opinión es Sergéi Jrushchov, quien afirma que la carrera estaba solo en la mente de los occidentales, porque para los soviéticos se trataba de ir incrementando su arsenal y perfeccionando sus vectores (misiles, bombarderos y submarinos) según sus posibilidades, porque no podía igualar o superar a occidente. Esta desproporción parecen confirmarla hechos como que los misiles intercontinentales (ICBM) sólo comenzaron a estar a la altura de los estadounidenses, en lo que a operatividad y fiabilidad se refiere, hacia finales de los setenta. Tampoco los submarinos nucleares parecían poder medirse con los occidentales, como prueba la gran cantidad de accidentes que padecieron.

Carrera Espacial

 

La carrera espacial se puede definir como una subdivisión del conflicto no declarado entre Estados Unidos y la Unión Soviética en el ámbito espacial. Entre 1957 y 1975, y como consecuencia de la rivalidad surgida dentro del esquema de la Guerra Fría, ambos países iniciaron una carrera en la búsqueda de hitos históricos que se justificaron por razones tanto de seguridad nacional como por razones ideológicas asociadas a la superioridad tecnológica
La carrera se da por iniciada en 1957, cuando los soviéticos lanzaron el Sputnik, primer artefacto humano capaz de alcanzar el espacio y orbitar el planeta. Así mismo, los primeros hitos en la carrera espacial los alcanzaron los soviéticos: en noviembre de ese mismo año, lanzan el Sputnik II, y dentro de la nave, el primer ser vivo sale al espacio: una perra Kudriavka, de nombre Laika, que murió a las siete horas de salir de la atmósfera. El siguiente hito también sería obra de los soviéticos, al conseguir lanzar en 1961 la nave Vostok 1, tripulada por Yuri Gagarin, el primer ser humano en ir al espacio y regresar sano y salvo.
La llegada del hombre al espacio fue celebrado como un gran triunfo para la humanidad. En Estados Unidos, la ciudadanía recibió la noticia como un duro golpe a la creencia de la superior capacidad tecnológica. Como respuesta, el presidente Kennedy anunció, mes y medio después del viaje de Gagarin, que Estados Unidos sería capaz de poner un hombre en la Luna y traerlo sano y salvo antes de acabar la década.



A principios de 1969, Estados Unidos consiguió fabricar el primer artefacto humano que orbitó sobre la Luna (el Apolo 8) mientras que los soviéticos tenían graves problemas en su programa lunar. El 20 de julio de 1969 se alcanzaba el cénit en la exploración espacial cuando la misión Apolo 11 consiguió realizar con éxito su tarea y Amstrong y Edwin Aldrin se convirtieron en los primeros humanos en caminar sobre otro cuerpo celeste. Poco después, los soviéticos cancelaban su programa lunar.
Estados Unidos siguió mandando astronautas a la Luna, hasta que la falta de interés y presupuesto hicieron cancelar el programa. En 1975, la Misión Conjunta soviético-norteamericana Apolo-Soyuz dio por finalizada la carrera espacial.

La caída del Muro y la disolución de la Unión Soviética (1989-1991)


El Muro de Berlín a principios de 1990.
A lo largo del verano de 1989, una serie de subterfugios legales permitieron a los ciudadanos de Alemania Oriental pasar a la Europa Occidental: la desaparición de controles en la frontera de Hungría con Austria permitía a los ciudadanos de Berlín Este salir como turistas a Hungría, y de allí a Austria. El Gobierno de Alemania Oriental respondió prohibiendo los viajes a Hungría, solamente para encontrarse con que el mismo problema se reproducía en Checoslavaquia, desde donde los ciudadanos pasaba a Hungría y desde allí a Austria.
El 18 de octubre el presidente de Alemania Oriental Erich Honecker dimitía y asumía su cargo Egon Krenz. Mientras tanto, las protestas se sucedían a lo largo de toda Alemania Oriental, hasta llegar a su cénit el 4 de noviembre, cuando medio millón de personas se manifestaron en Alexanderplatz.
Los ciudadanos de Alemania Oriental seguían llegando en oleadas a Checoslovaquia para escapar a través de Hungría y Austria. La administración de Krenz acabó tolerando este subterfugio y finalmente, para facilitar las complicaciones aduaneras que se presentaban, el gobierno de Krenz decidió permitir a los ciudadanos de Berlín Este a salir directamente por los puestos fronterizos hacia Berlín Oeste. La nueva regulación que permitía los viajes privados entre ambas zonas se iba a presentar el 9 de noviembre, y entrarían en efecto al día siguiente.



Günter Schabowski, el portavoz del SED, tenía la tarea de anunciar estos cambios; sin embargo, Schabowski no participó en las conversaciones que dieron forma a la nueva regulación y no estaba enterado de todos los detalles. Poco antes de la rueda de prensa que se daría para anunciar los cambios, se le pasó una nota con los cambios en la regulación, pero sin ofrecerle más información de cómo gestionar la noticia. En realidad, estas nuevas regulaciones se había completado solamente unas horas antes del anuncio, y deberían haber entrado en efecto al día siguiente para poder avisar a los guardas de los puestos fronterizos- pero nadie avisó a Schabowski de este detalle.
Schabowski, por lo tanto, no pudo hacer otra cosa que leer la nota en voz alta. Cuando comenzó el turno de preguntas, uno de los periodistas preguntó cuándo tendrían efecto las mencionadas regulaciones. Tras dudar unos segundos, respondió que la nueva regulación entraba en efecto de manera inmediata, y siguiendo el turno de preguntas, afirmó que las regulaciones afectaban igualmente a los puestos fronterizos de Berlín Oeste, aunque en la nota que se había leído no se hacía referencia ninguna a la ciudad de Berlín

Los extractos de esta rueda de prensa abrieron los informativos de Alemania Occidental (cuya señal llegaba también a la práctica totalidad de Alemania Oriental) El presentador de uno de los programas de la ARD, Hans Joachim Friedrichs, proclamó: «Este es un día histórico. Alemania Oriental ha anunciado que, con efecto inmediato, las fronteras han sido abiertas. La RDA está abriendo las fronteras… los puestos fronterizos de Berlín están abiertos.»
Tras oir la retransmisión, los ossis (ciudadanos de Berlín Este) comenzaron a reunirse en los seis puestos fronterizos a lo largo del Muro de Berlín, exigiendo a los guardias fronterizos que abrieran inmediatamente los puestos de control. Los guardias, sorprendidos y sobrepasados por la situación, comenzaron a llamar frenéticamente a sus superiores. En un principio, se ordenó controlar a las personas «más agresivas» y sellarles el pasaporte de manera que no pudieran volver a entrar a Alemania Oriental (lo que significaba revocarles la ciudadanía). Aún así, miles de personas seguían en los controles fronterizos, exigiendo pasar al otro lado «tal y como Schabowski ha dicho».
Al poco tiempo, estaba claro que ninguna autoridad del Berlín Oriental tomaría la responsabilidad de ordenar el uso de la fuerza letal, de manera que los guardias, superados claramente en número, se vieron impotentes ante las oleadas de ciudadanos. Finalmente, a las 22:45, los guardias cedieron y abrieron los puestos fronterizos dejando pasar a la gente sin apenas control, o directamente, sin pedir siquiera el pasaporte.
La división de la ciudad acabaría formalmente el 3 de octubre de 1990.

La caída de las Democracias Populares en Europa del Este

En 1989, el sistema soviético de alianzas estaba al borde del colapso, y sin apoyo militar de la URSS, los líderes comunistas del Pacto de Varsovia perdieron gran parte de su poder. Organizaciones de base, como el sindicato polaco Solidarność, aumentaron rápidamente su popularidad. En 1989, los gobiernos comunistas de Polonia y Hungría fueron los primeros en comenzar a negociar la organización de unas elecciones libres. En Checoslovaquia y Alemania Oriental las masivas protestas depusieron a los inmóviles líderes comunistas. También cayeron los regímenes de Bulgaria y Rumanía, siendo ésta última la única en la que hubo derramamiento de sangre durante el cambio de régimen.

La ruptura interna de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas

Dentro de la URSS, la nueva política de Glásnost acabó por romper los lazos que mantenían a las distintas Repúblicas de la Unión Soviética. La libertad de prensa y la disidencia amparada bajo la glásnost provocó un resurgimiento de la «cuestión nacional» y provocó que varias repúblicas proclamaran su autonomía de los designios de Moscú. En febrero de 1990, meses antes de la disolución total de la URSS, el Partido Comunista de la Unión Soviética tuvo que ceder el monopolio centralista del poder estatal tras 73 años. Las repúblicas bálticas fueron más allá y proclamaron su independencia total de la URSS.

Disolución final de la Unión Soviética

En un principio, la actitud tolerante que Gorbachov tenía hacia los cambios en Europa del Este, no significaba la misma tolerancia hacia los cambios radicales dentro del territorio del Unión Soviética. La represión soviética que se ejerció en los países bálticos tras la declaración de su independencia, chocaban con la intención del presidente Bush de mantener unas relaciones normalizadas con la URSS, avisando a Gorbachov de que los lazos comerciales entre ambos países se verían gravemente afectados si la violencia continuaba. Sin embargo, la realidad era que el Estado soviético se desmoronaba inexorablemente, hasta el golpe de gracia que supuso el fallido golpe de agosto de 1991. Un número cada vez mayor de Repúblicas soviéticas manifestaba su intención de independizarse de la URSS, especialmente la Rusia, lo que hubiese significado el hundimiento total y caótico de la Unión Soviética. El 21 de diciembre de 1991 se firmó el tratado que creaba la Comunidad de Estados Independientes, que debería ser la heredera legal de la URSS, en la que cada república sería independiente y libre de unirse, y se mantendría una unión muy laxa en una especie de confederación. La CEI acabó siendo el marco donde, según los líderes rusos, se llevaría a cabo «un divorcio civilizado» de las distintas repúblicas soviéticas.
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, la URSS, se declaró oficialmente disuelta el 25 de diciembre de 1991.

GLOBALIZACION

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La globalización o mundialización es un proceso económico, tecnológico, social y cultural a escala planetaria que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo uniendo sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global.
La globalización es a menudo identificada como un proceso dinámico producido principalmente por las sociedades que viven bajo el capitalismo democrático o la democracia liberal, y que han abierto sus puertas a la revolución informática, plegando a un nivel considerable de liberalización y democratización en su cultura política, en su ordenamiento jurídico y económico nacional, y en sus relaciones internacionales.
Este proceso originado en la Civilización occidental y que se ha expandido alrededor del mundo en las últimas décadas de la Edad Contemporánea (segunda mitad del siglo XX) recibe su mayor impulso con la caída del comunismo y el fin de la Guerra Fría, y continúa en el siglo XXI.



Se caracteriza en la economía por la integración de las economías locales a una economía de mercado mundial donde los modos de producción y los movimientos de capital se configuran a escala planetaria (Nueva Economía) cobrando mayor importancia el rol de las empresas multinacionales y la libre circulación de capitales junto con la implantación definitiva de la sociedad de consumo. El ordenamiento jurídico también siente los efectos de la globalización y se ve en la necesidad de uniformizar y simplificar procedimientos y regulaciones nacionales e internacionales con el fin de mejorar las condiciones de competitividad y seguridad jurídica, además de universalizar el reconocimiento de los derechos fundamentales de ciudadanía.
En la cultura se caracteriza por un proceso que interrelaciona las sociedades y culturas locales en una cultura global (aldea global), al respecto existe divergencia de criterios sobre si se trata de un fenómeno de asimilación occidental o de fusión multicultural. En lo tecnológico la globalización depende de los avances en la conectividad humana (transporte y telecomunicaciones) facilitando la libre circulación de personas y la masificación de las TICs y el Internet. En el plano ideológico los credos y valores colectivistas y tradicionalistas causan desinterés generalizado y van perdiendo terreno ante el individualismo y el cosmopolitismo de la sociedad abierta.



Los medios de comunicación clásicos, en especial la prensa escrita, pierden su influencia social (cuarto poder) frente a la producción colaborativa de información de la Web 2.0 (quinto poder).
Mientras tanto en la política los gobiernos van perdiendo atribuciones en algunos ámbitos que son tomados por la sociedad civil en un fenómeno que se ha denominado sociedad red, el activismo cada vez más gira en torno a movimientos sociales y las redes sociales mientras los partidos políticos pierden su popularidad de antaño, se ha extendido la transición a la democracia contra los regímenes despóticos, y en políticas públicas destacan los esfuerzos para la transición al capitalismo en algunas de las antiguas economías dirigidas y la transición del feudalismo al capitalismo en economías subdesarrolladas de algunos países aunque con distintos grados de éxito.
Geopolíticamente el mundo se debate entre la unipolaridad de la superpotencia estadounidense y el surgimiento de nuevas potencias regionales, y en relaciones internacionales el multilateralismo y el poder blando se vuelven los mecanismos más aceptados por la comunidad internacional. La sociedad civil también toma protagonismo en el debate internacional a través de ONGs internacionales de derechos humanos que monitorean la actividad interna o externa de los Estados.



En el ámbito militar surgen conflictos entre organizaciones armadas no-estatales (y transnacionales en muchos casos) y los ejércitos estatales (guerra contra el terrorismo, guerra contra el narcotráfico, etc), mientras las potencias que realizan intervenciones militares a otros países (usualmente a los considerados como Estado fallido) procuran ganarse a la opinión pública interna y mundial al formar coaliciones multinacionales y alegando el combate a alguna amenaza de seguridad no sin amplios debates sobre la legitimidad de los conceptos de guerra preventiva e intervención humanitaria frente al concepto de no intervención y de oposición a las guerras.

La valoración positiva o negativa de este fenómeno, o la inclusión de definiciones alternas o características adicionales para resaltar la inclusión de algún juicio de valor, pueden variar según la ideología del interlocutor. Esto porque el fenómeno globalizador ha despertado gran entusiasmo en algunos sectores, mientras en otros ha despertado un profundo rechazo (antiglobalización), habiendo también posturas eclécticas y moderadas.

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