domingo, 23 de febrero de 2014

Kant


Immanuel Kant fue bautizado como Emanuel pero cambió su nombre a Immanuel tras aprender hebreo. Nació en 1724 en Königsberg (desde 1946 Kaliningrado, Rusia). Era el cuarto de nueve hermanos, de los cuales sólo cinco alcanzaron la adolescencia. Pasó toda su vida dentro o en los alrededores de su ciudad natal, la capital de Prusia Oriental en esa época, sin viajar jamás más allá de 150 km de Königsberg.2 Su padre Johann Georg Kant (1682–1746) era un artesano alemán de Memel, en aquel tiempo la ciudad más al nordeste de Prusia (ahora Klaipėda, Lituania). Su madre Anna Regina Reuter (1697–1737), nacida en Núremberg, era la hija de un fabricante escocés de sillas de montar. En su juventud, Kant fue un estudiante constante, aunque no espectacular. Creció en un hogar pietista que ponía énfasis en una intensa devoción religiosa, la humildad personal y una interpretación literal de la Biblia. Por consiguiente, Kant recibió una educación severa —estricta, punitiva y disciplinaria— que favorecía la enseñanza del latín y la religión por encima de las matemáticas y las ciencias.

Giro hacia la crítica

A la edad de 46 años, Kant era un conocido erudito y un filósofo cada vez más influyente. Se esperaba mucho de él. Como respuesta a una carta de su alumno Markus Herz, Kant llegó a reconocer que en la Disertación inaugural no había logrado dar cuenta de la relación y conexión entre nuestras facultades intelectuales y sensibles. También reconoció que David Hume le despertó del «sueño dogmático» (alrededor de 1770). Kant no publicó ningún trabajo de filosofía en los once años siguientes.
Kant dedicó su década silenciosa a trabajar en una solución para los problemas planteados. Aunque amante de la compañía y la conversación, Kant se aisló, pese a los intentos de sus amigos de sacarle de su aislamiento. En 1778, en respuesta a una de esas peticiones de un antiguo alumno, Kant escribió:
Cualquier cambio me hace aprensivo, aunque ofrezca la mejor promesa de mejorar mi estado, y estoy convencido, por este instinto natural mío, de que debo llevar cuidado si deseo que los hilos que las Parcas tejen tan finos y débiles en mi caso sean tejidos con cierta longitud. Mi sincero agradecimiento a mis admiradores y amigos, que piensan tan bondadosamente de mí hasta comprometerse con mi bienestar, pero, al mismo tiempo, pido, del modo más humilde, protección en mi actual estado frente a cualquier alteración.

Cuando Kant salió de su silencio en 1781, el resultado fue la Crítica de la razón pura (Kritik der reinen Vernunft). Aunque hoy sea reconocida unánimemente como una de las más importantes obras en la historia de la filosofía, fue ignorada en el momento de su publicación inicial. El libro era largo, más de 800 páginas en la edición original en alemán, y escrito en un estilo seco y académico. Fue objeto de pocas reseñas, las cuales, además, no concedían importancia a la obra. Su densidad hacía de ella un «hueso duro de roer», oscurecida por «...toda esta pesada telaraña», según la describió Johann Gottfried Herder en una carta a Johann Georg Hamann.
Esto contrasta intensamente con el elogio que Kant había recibido por obras anteriores, como la citada memoria de 1764 y otros opúsculos que precedieron a la primera Crítica. Estos tratados bien recibidos y legibles incluyen uno sobre el terremoto de Lisboa, que fue tan popular que se vendía por páginas.7 Antes de su giro hacia la crítica, sus libros se vendían bien, y para cuando publicó Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime en 1764, se había convertido en un autor popular de cierto renombre.8 Kant se decepcionó con la recepción de la primera Crítica. Reconociendo la necesidad de clarificar el tratado original, Kant escribió los Prolegómenos a toda metafísica futura (Prolegomena zu einer jeden künftigen Metaphysik, die als Wissenschaft wird auftreten können) en 1783, como un resumen de sus principales puntos de vista. También animó a su amigo Johann Schultz, a publicar un breve comentario sobre la Crítica de la razón pura.
La reputación de Kant aumentó gradualmente durante la década de 1780, gracias a una serie de obras importantes: el ensayo Respuesta a la pregunta: ¿Qué es Ilustración? (Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung?) de 1784; la Fundamentación de la metafísica de las costumbres (Grundlegung zur Metaphysik der Sitten), de 1785 (su primera obra sobre filosofía moral), y Principios metafísicos de la ciencia natural (Metaphysische Anfangsgründe der Naturwissenschaft), de 1786. Pero el reconocimiento final de Kant llegó desde una fuente inesperada. En 1786, Karl Leonhard Reinhold comenzó a publicar una serie de cartas públicas sobre la filosofía kantiana. En estas cartas, Reinhold enmarcaba la filosofía de Kant como una respuesta a la principal controversia intelectual de la época: la Disputa sobre el Panteísmo. Friedrich Heinrich Jacobi había acusado al recientemente fallecido Gotthold Ephraim Lessing (distinguido dramaturgo y ensayista filosófico) de spinozismo. Esa acusación, equivalente a la de ateísmo, fue desmentida rotundamente por Moses Mendelssohn, amigo de Lessing, y surgió una amarga disputa pública entre ellos. La controversia gradualmente escaló hasta convertirse en un debate general sobre los valores de la Ilustración y de la razón en sí misma. Reinhold mantenía en sus cartas que la Crítica de la razón pura de Kant podía resolver esta disputa defendiendo la autoridad y los límites de la razón. Las cartas de Reinhold fueron ampliamente leídas e hicieron a Kant el filósofo más famoso de su época.

Pensamiento

Todo aquel que se ocupe de filosofía moderna no puede dejar de lado a Kant; tal vez haya que decir lo mismo de todo aquel que se ocupe de filosofía. Su obra es típicamente alemana, muy elaborada y un tanto nebulosa. Encerrado en su gabinete, donde pasó su larga vida de casi 80 años, cuidaba poco el filósofo del mundo banal, aun cuando lo frecuentaba con placer.
Encasillado en su subjetividad, a la manera de Descartes, da a sus teorías una dirección muy distinta a la del filósofo francés. Descartes se adentra en su yo, pero ha de encontrar el camino para elevarse a Dios, y a un tiempo, para dar «certidumbre» al mundo físico o de la res extensa. Kant, encerrado en un mundo fenoménico, ha de descalificar la posibilidad de contactar a las cosas en sí mismas, sean las del mundo, la de Dios, o del alma.
La filosofía de Kant no niega la existencia de Dios, ni un orden moral, ni la realidad pensable de un mundo físico. Lo que niega —salvo en lo moral— es que la razón humana pueda trascender y llegar a esos entes en sí mismos: sean el «mundo», «Dios» o el «alma». Además Kant constituyó la idea de que el mundo, el Sol y todos los planetas son complementarios unos con otros.
Kant parte de la conciencia, de las representaciones fenoménicas del yo. Sean provenientes del mundo externo o interno. Y se aboca, desde un principio, a la estética trascendental.
Kant entiende por sensación el efecto de un objeto sobre la facultad representativa, en cuanto somos afectados por él. Se entiende que se prescinde por completo de la naturaleza del objeto afectante y que solamente se presta atención al efecto que se produce en nosotros, en lo puramente subjetivo.
La intuición empírica es una percepción cualquiera que refleja a un objeto, y así el conocimiento es considerado como un medio. La intuición empírica es la que se refiere a un objeto, pero por medio de la sensación. El fenómeno es el objeto indeterminado de la intuición empírica. El árbol puede afectarnos y de él tenemos una representación fenoménica. Nada podemos saber del árbol en sí. La realidad de la cosa, en ella misma, es un noúmeno no alcanzable.

Estética trascendental

En la Crítica de la razón pura se parte, asumiendo los resultados del empirismo, afirmando el valor primordial que se le da a la experiencia, en tanto esta permite presentar y conocer a los objetos, desde la percepción sensible o intuición (Anschauung). La capacidad de recibir representaciones se llama sensibilidad, y es una receptividad, pues los objetos vienen dados por esta. La capacidad que tenemos de pensar los objetos dados por la sensibilidad se llama entendimiento. Las intuiciones que se refieren a un objeto dado por las sensaciones se llaman intuiciones empíricas y el objeto sensible constituido por la sensación y las categorías a priori de espacio y tiempo impresas por el hombre, se llama fenómeno (término de origen griego que significa «aquello que aparece»). Asimismo a las representaciones en las que no se encuentra nada perteneciente a la sensación se las llama puras. Se sigue que la ciencia de la sensibilidad es llamada Estética trascendental, que forma parte de la Doctrina Trascendental de los Elementos en la Crítica de la razón pura.
El empleo del término «Estética» en Kant difiere del uso que hizo Alexander Gottlieb Baumgarten del mismo término, en cuanto ciencia de lo bello. El uso de Kant es en realidad más fiel a la etimología (αισθητική, aisthetike, viene de αἴσθησις, aisthesis, que significa 'sensación, sensibilidad') pero el de Baumgarten tuvo mejor fortuna.
La Estética trascendental muestra que, a pesar de la naturaleza receptiva de la sensibilidad, existen en ella unas condiciones a priori que nos permiten conocer, mediante el entendimiento, los objetos dados por el sentido externo (intuición). Estas condiciones son el espacio y el tiempo.
La capacidad (receptividad) de recibir representaciones, al ser afectadas por los objetos, se llama «sensibilidad». La ciencia de todos los principios de la sensibilidad a priori la llamo «estética trascendental».... .../...todas nuestras intuiciones no son más que una representación fenoménica. Permanece para nosotros absolutamente desconocido qué sean los objetos en sí, independientemente de toda esa receptividad de nuestra sensibilidad
Kant. Crítica de la Razón pura. Madrid. Alfaguara, 1978, p.7
LA ESTÉTICA TRASCENDENTAL
ESPACIO
Forma pura de la sensibilidad
TIEMPO
Forma del sentido interno y condición formal de todos los fenómenos
1. El espacio no es un concepto empírico extraído de experiencias externas 1. El tiempo no es un concepto empírico extraído de alguna experiencia
2. El espacio es una necesaria representación a priori que sirve de base a todas las intuiciones externas 2. El tiempo es una representación necesaria que sirve de base a todas las intuiciones
3. El espacio no es un concepto discursivo, (...) sino una intuición pura 3. El tiempo no es concepto discursivo o, como se dice, universal, sino una forma pura de la intuición sensible
4. La originaria representación del espacio es, pues, una intuición a priori no un concepto 4. La originaria representación tiempo debe estar, pues, dada como ilimitada
Para que las sensaciones sean referidas a objetos externos, o alguna cosa que ocupe un lugar distinto del nuestro, y, asimismo, para poder entender los objetos como exteriores los unos a los otros, como situados en lugares diversos, es necesario que tengamos «antes» la representación del espacio, que servirá de base a las intuiciones. De lo que se infiere que la representación del espacio no puede derivar de la relación de los fenómenos ofrecidos por la experiencia. Todo lo contrario: es absolutamente necesario dar por sentado de manera a priori esta representación de espacio como dada para que la experiencia fenoménica sea posible. El espacio, argumenta Kant, no puede ser un concepto del entendimiento puesto que los conceptos empíricos se elaboran sobre los objetos ya intuidos de forma sensible en el espacio y el tiempo; el espacio, como intuición, es anterior a cualquier intuición de objeto, anterior a cualquier experiencia; por eso, dice Kant, es una intuición pura.
La representación del espacio no es un producto de la experiencia; es una condición de posibilidad necesaria que sirve de base a todas las intuiciones externas. El espacio es la condición de posibilidad de existencia de todos los fenómenos.
Es importante comprender que el espacio es la forma en la cual todos los fenómenos externos se dan, o dicho de otro modo, en el espacio se da la intuición sensible. De lo anterior se sigue que el espacio tendrá una doble cualidad: en tanto condición formal en la que se dan los fenómenos, el espacio posee una idealidad trascendental en la cual se prescinde de la sensibilidad, y una realidad empírica en la cual se validan objetivamente los fenómenos intuidos.
Por su lado, el tiempo es también una forma pura de la intuición sensible y es presupuesto desde el sujeto cognocente (de manera a priori) El tiempo es una condición formal a priori de todos los fenómenos y posee validez objetiva en relación solo con los fenómenos. El tiempo, al igual que el espacio, tampoco es un concepto discursivo, sino una forma pura de la intuición sensible.
Pero en este caso, el tiempo es además la forma del sentido interno. Kant se refiere a la capacidad que los sujetos tienen de intuirse a sí mismos, en la «apercepción», es decir la percepción de la propia identidad empírica, en una sucesión de momentos, que constituyen el tiempo.
El espacio da validez objetiva a los fenómenos en tanto estos existen en la sensibilidad (sentido externo) que pone en relación al sujeto con el objeto que es percibido como fuera.
El tiempo da validez objetiva a los fenómenos en tanto que estos son percibidos no solo en el espacio exterior, sino desde la apercepción que se percibe a sí misma y en relación con su experiencia externa según un antes y un después, es decir, en un momento de esa intuición pura que es el tiempo. Se sigue de lo anterior que es posible pensar objetos que no estén dados en el espacio, pero no es posible pensar objetos que no estén dados en el tiempo. El tiempo es en consecuencia la forma de la intuición pura de la sensibilidad interna y tiene en sí mismo realidad subjetiva en tanto permite al sujeto pensarse a sí mismo como objeto en el tiempo. Finalmente el tiempo es asimismo forma de la intuición externa en la cual devienen todos los fenómenos intuidos en un espacio determinado.
De lo anterior Kant deduce que es imposible que los fenómenos existan por sí mismos, pues toda la realidad empírica se valida como algo real en tanto es intuida por el sujeto. En consecuencia, espacio y tiempo, al ser formas puras de la intuición sensible, son también condiciones inherentes al sujeto que intuye y sin estas al sujeto se le haría imposible recibir representaciones. Es así como la Estética Trascendental constituye el primer estadio de conocimiento del sujeto, y que tiene directa relación con la percepción sensible de objetos de la experiencia.
Cuando proyectamos hacia el exterior lo que denominamos extensión, estamos aplicando o sobreponiendo a los datos sensibles algo que no viene dado por ellos, algo puramente subjetivo, una forma, una condición previa de nuestra sensibilidad. Todo lo que llamamos corporal no va más allá de la representación interna, aunque lo consideremos como externo.
En la primera edición de la Crítica de la razón pura Kant dice: «El concepto trascendental de los fenómenos en el espacio es una advertencia crítica de que en general nada de lo percibido en el espacio es una cosa en sí, que el espacio es además una forma de las cosas; los objetos en sí nos son completamente desconocidos y lo que llamamos cosas exteriores no son más que representaciones de nuestra sensibilidad».
Podemos resumir la Estética Trascendental de la siguiente forma:
  1. Que son las impresiones (elemento material del conocimiento) las que ponen en marcha la mente humana.
  2. Que las impresiones son condición necesaria, pero no suficiente, para que se produzca el conocimiento sensible, o sea, para que podamos ver, oír, tocar... Hace falta algo más.
  3. Ese algo más que falta es aportado por el sujeto que conoce, por dos formas a priori de la sensibilidad: el espacio y el tiempo; con lo que cualquier acceso a las cosas en sí mismas sería en principio imposible para una mente receptivamente sensible como es la humana. Lo en-sí hay que suponer que existe, independientemente de que un sujeto lo conozca o no. Además, es causa de las impresiones que afectan nuestra sensibilidad, pero cualquier afirmación sobre ellas carece de sentido.
  4. Cuando, gracias al espacio y al tiempo ordenamos las impresiones, se produce el conocimiento o representación sensible, es decir, podemos ver, oír, tocar... Se ha realizado entonces la síntesis de aprehensión.
De esto Kant extrae dos conclusiones adicionales:
  1. Existe un límite, una demarcación clara entre lo que puede ser conocido de un modo objetivo y lo que no puede serlo, es decir, una demarcación clara entre ciencia y metafísica. Ese límite es la experiencia.
  2. Los matemáticos —por ej. en geometría— pueden llegar a establecer verdades a priori sobre el espacio y aplicar esas verdades al mundo físico en la medida en que su ciencia tiene como objeto un espacio que es a priori.

Analítica trascendental

Además de espacio y tiempo como formas puras de la sensibilidad, el hombre dispone de las categorías como funciones del entendimiento, tema que se aborda en la «Analítica trascendental». La sensibilidad es receptiva, aunque no quiere decir esto que sea pasiva, pues presupone la actividad corporal. El entendimiento es también activo y su función es la de producir (hervorbringen) los conceptos. En este sentido, como ha mostrado Eugenio Moya en su reciente libro: Kant y las ciencias de la vida (Madrid, Biblioteca Nueva, 2008), la mente humana se comporta como cualquier ente vivo. En efecto, de igual manera que éstos organizan y se autoorganizan a sí mismos a partir de las diferentes materias que les servían de alimento, de respiración, etc.; es decir, son autopoyéticos. La mente tiene la capacidad para hacer emerger desde sí misma (selbstgebären), determinadas formas cognitivas a priori que organizan el material múltiple que le proporcionan los sentidos. «En este sentido —dice Kant en la Crítica de la razón pura—, las impresiones dan el impulso inicial para abrir toda la facultad cognoscitiva en relación con ellos y para realizar la experiencia. Ésta incluye dos elementos muy heterogéneos: una materia de conocimiento, extraída de los sentidos, y cierta forma de ordenarlos, extraída de la fuente interior de la pura intuición y del pensar, los cuales, impulsados por la materia, entran en acción y producen conceptos». El a priori del entendimiento hay que concebirlo así, más que un conocimiento sustantivo, como una capacidad de producir conocimientos ajustando a ciertas reglas los materiales de la experiencia. Ahora bien, en la medida en que sólo podemos aprender a partir de esas reglas, no podemos decir que todo conocimiento deba justificarse a partir de aquellos materiales.
Recapitulando:
EL SISTEMA KANTIANO DE LA ANALÍTICA TRASCENDENTAL
Criterios de clasificación de los juicios CLASES DE JUICIOS LAS CATEGORÍAS ESQUEMAS DE LA PERCEPCIÓN DEL OBJETO LOS PRINCIPIOS
Cantidad Generales
Particulares
Singulares
Unidad
Pluralidad
Totalidad
Número Axiomas de la intuición:
Todas las intuiciones son cantidades extensivas
Cualidad Afirmativos
Negativos
Disyuntivos
Realidad
Negación
Limitación
Grado Anticipaciones de la percepción:
En todas las apariencias lo real posee una cantidad intensiva, un grado
Relación
Categóricos

Hipotéticos
Disyuntivos

Subsistencia e inherencia (Sustancia/accidente)
Causalidad (causa/efecto)
Comunidad (Acción recíproca)

Permanencia de lo real en el tiempo

Sucesión de la diversidad
Simultaneidad de las determinaciones
Analogías de la experiencia:
Permanencia de la sustancia

Sucesión temporal según la causalidad
Simultaneidad según la ley de acción recíproca
Modo
Problemáticos

Asertóricos

Apodícticos

Posibilidad-imposibillidad

Existencia-no existencia

Necesidad-contingencia

Conformidad con la síntesis de diferentes representaciones
Existencia en un tiempo determinado

Existencia en todo tiempo
Postulados del pensamiento empírico en general:

Lo que es conforme con las condiciones formales de la experiencia es posible
Lo que está en conexión con las condiciones materiales de la experiencia es real
Aquello en que la conexión con lo real está determinado por las condiciones universales de la experiencia es necesario.
  1. El origen de todos nuestros conocimientos está en los sentidos. El espacio es la forma que aportamos para las representaciones externas. El tiempo es la forma pura que previamente aportamos tanto para lo externo como para lo interno.
  2. Aparte de estas formas puras, la razón humana dispone de la facultad del entendimiento, conformadora espontánea con su bagaje de categorías.
  3. Las intuiciones sensibles por sí mismas y solas no engendran conocimiento: son ciegas.
  4. Las intuiciones sensibles constituyen materia de conocimiento en tanto se someten a la conceptualización del entendimiento. Y a partir de allí opera nuestro aparato discursivo.
La razón humana tiene en el conjunto de categorías su fuerza para concebir los objetos, pero siempre que haya un aflujo de fenómenos sobre los cuales ellas puedan actuar. Cuando tal cosa no ocurre, en el caso de los objetos denominados «metafísicos», como Dios, el alma, el mundo, tal función del entendimiento deriva sin mucho sentido y cae en las llamadas antinomias, en que tanto puede demostrarse como verdadera una posición como la contraria.

Ética

La ética kantiana está contenida en lo que se ha denominado como sus tres obras éticas: Fundamentación de la Metafísica de las costumbres, Crítica de la razón práctica y Metafísica de las costumbres. Kant se caracterizó por la búsqueda de una ética o principios con el carácter de universalidad que posee la ciencia. Para la consecución de dichos principios Kant separó las éticas en: éticas empíricas (todas las anteriores a él) y éticas formales (ética de Kant).
Este nuevo planteamiento acerca de la ética provoca importantes replanteamientos de la ética a partir de Kant.
La razón teórica formula juicios frente a la razón práctica que formula imperativos. Estos serán los pilares en los que se fundamenta la ética formal kantiana. La ética debe ser universal y, por tanto, vacía de contenido empírico, pues de la experiencia no se pueden extraer deberes universales, sino solo planteamientos prudenciales condicionados por la experiencia sensible. Debe, por lo mismo, ser a priori, es decir, anterior a la experiencia y autónoma, esto es, que la ley le viene dada desde dentro del propio individuo y no desde fuera. Los imperativos de esta ley deben ser categóricos y no hipotéticos que son del tipo «Si quieres A, haz B».
En contraposición a la ética a Kant se encuentran las diversas éticas orientadas a fines y bienes, como las de Aristóteles o santo Tomás de Aquino.
El imperativo categórico tiene tres formulaciones:
  1. «Obra sólo según una máxima tal, que puedas querer al mismo tiempo que se torne en ley universal».
  2. «Obra de tal modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de cualquier otro, siempre como un fin y nunca solamente como un medio».
  3. «Obra como si por medio de tus máximas fueras siempre un miembro legislador en un reino universal de los fines».
Kant sintetiza su pensamiento, y en general «el campo de la filosofía en sentido cosmopolita», en tres preguntas: ¿Qué debo hacer?, ¿Qué puedo saber?, ¿Qué me está permitido esperar?, que pueden resumirse en una sola: ¿Qué es el hombre?
A la primera interrogante trata de dar respuesta la moral. A la segunda, el análisis de la Crítica de la razón pura en torno de las posibilidades y límites del conocimiento humano. A la tercera trata de responder la religión.
Kant concluye su estudio epistemológico haciendo especial hincapié en la importancia del deber, que es donde reside la virtud de toda acción. Al hacer coincidir la máxima de cualquier acción con la ley práctica, el ser humano habrá encontrado el principio objetivo y universal del obrar.

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Sócrates



Apuntes biográficos

Sócrates (470-399 a.Xto.), filósofo griego fundador de la filosofía moral, o axiología que ha tenido gran peso en la filosofía occidental por su influencia sobre Platón.

Nacido en Atenas, hijo de Sofronisco, un escultor, y de Fenareta, una comadrona (lo que ha dado lugar a alguna comparación entre el oficio de su madre y su actividad filosófica, pues ayudó, con su método, a "dar a luz" a las ideas), recibió una educación tradicional en literatura, música y gimnasia. Más tarde, se familiarizó con la retórica y la dialéctica de los sofistas, las especulaciones de los filósofos jonios y la cultura general de la Atenas de Pericles.

Al principio, Sócrates siguió el trabajo de su padre; realizó un conjunto de estatuas de las tres Gracias, que estuvieron en la entrada de la Acrópolis hasta el siglo II a. C.

Durante la guerra del Peloponeso contra Esparta, sirvió como soldado de infantería con gran valor en las batallas de Potidaea en el 432-430 a .C., donde salvó la vida a Alcibíades; en Delio en el 424 a. C., y Anfípolis en el 422 a. C.

De vida sobria y austera, siempre contó con escasos recursos económicos, Sócrates supo rodearse de los personajes más influyentes del momento, así como de un nutrido círculo de alumnos a los que gustaba cuestionar continuamente sus creencias y certidumbres. Este continuo "aguijonear" a todos le situaría finalmente en una situación tan  controvertida y arriesgada que le llevó a su condena a muerte por el Tribunal de los Quinientos en el año 399 a. C.

El modo con el que afrontó estos trances, inmortalizados por Platón en su Apologia (Apología de Sócrates), y en los diálogos Critón y Fedón, convirtieron a Sócrates en modelo clásico de filósofo antiguo y en maestro imperecedero de la cultura occidental.

La mítica fealdad de un maestro

De pequeña estatura, vientre prominente, ojos camaleónicos y nariz exageradamente respingona, la figura de Sócrates era motivo de chanza. Alcibíades lo comparó con los silenos, los seguidores ebrios y lascivos de Dioniso. Platón consideraba digno de ser rememorado el día que se lavó los pies y se puso sandalias, y Antifón, el sofista, decía que ningún esclavo querría ser tratado como él se trataba a sí mismo. LLevaba siempre la misma capa, y comía y bebía lo más barato. Pero lo sorprendente es que un hombre así acabara siendo considerado por los griegos -que creían que la belleza del alma armoniosa se reflejaba en la armonía del cuerpo- como modelo del decoro filosófico.
Tras Sócrates, el primer heleno que fue feo, admitieron que un cuerpo silénico puede estar dirigido por un alma hermosa.

Estuvo casado con Jantipa, una mujer de reconocido mal genio, y de la que tuvo tres hijos.

La filosofía

El interés de la reflexión filosófica se centraba entonces en torno al hombre y la ciudad, abandonando el predominio del interés por el estudio de la naturaleza. Probablemente Sócrates se haya iniciado en la filosofía estudiando los sistemas de Empédocles, Diógenes de Apolonia y Anaxágoras, entre otros. Pero pronto orientó sus investigaciones hacia los temas más propios de la sofística que en los primeros años de la vida del filósofo conoció su época de esplendor en Atenas.

El rechazo del relativismo de los sofistas llevó a Sócrates a la búsqueda de la definición universal, que pretendía alcanzar mediante un método inductivo; probablemente la búsqueda de dicha definición universal no tenía una intención puramente teórica, sino más bien práctica.

Sócrates creía en la superioridad de la discusión sobre la escritura, no dejó nada escrito, y por lo tanto pasó la mayor parte de su vida de adulto en los mercados y plazas públicas de Atenas, iniciando diálogos y discusiones con todo aquel que quisiera escucharle, y a quienes solía responder mediante preguntas. Este comportamiento correspondía a la esencia de su sistema de enseñanza, un método denominado mayéutica, o arte de alumbrar los espíritus, es decir, lograr que el interlocutor descubra sus propias verdades. 

Según los testimonios de su época, Sócrates era poco agraciado y corto de estatura, elementos que no le impedían actuar con gran audacia y gran dominio de sí mismo. Apreciaba mucho la vida y alcanzó popularidad social por su viva inteligencia y un sentido del humor agudo desprovisto de sátira o cinismo.

Actitud hacia la política

Sócrates fue obediente con las leyes de Atenas, pero en general evitaba la política, contenido por lo que él llamaba una advertencia divina. Creía que había recibido una llamada para ejercer la filosofía y que podría servir mejor a su país dedicándose a la enseñanza y persuadiendo a los atenienses para que hicieran examen de conciencia y se ocuparan de su alma.

No escribió ningún libro ni tampoco fundó una escuela regular de filosofía. Todo lo que se sabe con certeza sobre su personalidad y su forma de pensar se extrae de los trabajos de dos de sus discípulos más notables: Platón, que atribuyó sus propias ideas a su maestro y el historiador Jenofonte, un escritor prosaico que quizá no consiguió comprender muchas de las doctrinas de Sócrates.

Sócrates Platón describió a Sócrates escondiéndose detrás de una irónica profesión de ignorancia, conocida como ironía socrática, y poseyendo una agudeza mental y un ingenio que le permitían entrar en las discusiones con gran facilidad.

Otro pensador y amigo influenciado por Sócrates fue Antístenes, el fundador de la escuela cínica de filosofía. Sócrates también fue maestro de Aristipo, que fundó la filosofía cirenaica de la experiencia y el placer, de la que surgió la filosofía más elevada de Epicuro. Tanto para los estoicos como el filósofo griego Epicteto, como para el filósofo romano Séneca el Viejo y el emperador romano Marco Aurelio, Sócrates representó la personificación y la guía para alcanzar una vida superior.


La obra de Sócrates (sinopsis)

Crítico de la democracia ateniense y de la sofistica

Reprocha Sócrates algo importante a la democracia ateniense y al movimiento sofístico que crece a su estela: no es la voz de la mayoría o la de un discurso convincente la que decide qué es bueno o justo, sino que esto, el bien y la justicia, tienen realidad por sí mismo, no están sujetos a nuestra voluntad, no son relativos a ella, a nuestro interes, como dicen los sofistas, aunque sean accesibles a cualquiera, siempre que se use adecuadamente su razón.

El diálogo como centro de la indagación filosófica

El diálogo entre diferentes inteligencias en pos de lo verdadero será para él, pues, la única fuente de la que puede brotar una Justicia compartida. Este diálogo sólo será útil y podrá alcanzar un mayor acercamiento a lo verdadero, eso sí, arrancando desde una cierta distancia irónica respecto a un presunto saber, frente a nuestros pre-juicios, y no es realizado, pues, como un simple deseo de triunfo.

El diálogo como mayéutica

El método adecuado, similar en algún sentido al oficio de su madre, será “mayéutico” porque, como la comadrona (mayéutica), el verdadero diálogo ayuda a extraer de sí y de otros los buenos argumentos, aunque también hace posible arrancar las presunciones erradas de cualquier falso saber que tengamos. Sólo con estos supuestos- eliminando de raíz nuestros falso conocimiento y emprendiendo una búsqueda sincera de la verdad, una autentica filosofía- podremos estar en disposición de abrirnos a lo mejor, al bien.

La Ironía

La ironía será el centro de su método, atravesando todas sus conversaciones con aquellos que saben- a los que se dirige, dice, irónico sin duda, para ratificar o comprender al oráculo délfico, que, según la Apología platónica, había proclamado a Sócrates como el más sabio de los atenienses.

Arranca sus preguntas, pues, con la aceptacion de su no saber frente al saber de su contertulio (el sofista, el político, el hombre piadoso, el soldado valiente, o el amante orgulloso, que presumen conocer la virtud política, la piedad, el valor, el amor..) del que se muestra dispuesto a aprender lo necesario para salir de su ignorancia, pero será, tras un minucioso interrogatorio sobre eso que dicen saber, el posterior desmentido sobre el conocimiento real de su interlocultor, incapaz de responder coherentemente las preguntas que versan sobre aquello que presuntamente sabe, lo que le lleve a afirmarse irónicamente como más sabio, pues al menos él sabe que no sabe y, por ello, se muestra incansable (filósofo) en su afán de saber, frente a la placidez con que aquellos dan por seguro su falso saber.

Autoconocimiento, bien y felicidad como fines del pensamiento socrático

No puede haber felicidad ni bien, considera, en la ignorancia y menos en la mayor de todas, en aquella que se ignora a sí misma, que vive sin reconocerse como tal. Sólo conociéndose, descubriendo sus límites, pueden los humanos obedecer la consigna del dios délfico que se anuncia en el frontispicio de su templo: "Conócete a ti mismo" (gnóthi seautón). El objeto final del pensamiento socrático se centrará, por ello, en los tratos de los humanos consigo mismos y con la polis, en lo que nosotros llamariamos ámbito moral y político, abandonándose, desde esta perspectiva exclusivamente cívica, toda pretensión sobre la fisis, sobre la naturaleza, como superflua.

El descubrimiento del concepto en la indagación por la verdad

Intentar responder las preguntas socráticas favorece el descubrimiento del concepto como fruto del diálogo, de un lenguaje común(logos). Este será el aspecto que años después destacará Aristóteles como descubrimiento perdurable del pensamiento socratico. El concepto de aquello por lo que nos preguntamos, puede ser verdadero o falso, real o imaginario. Despejar nuestra mente de falsos conceptos, podríamos decir, será el fin de sus preguntas y de este modo predisponernos a encontrar los verdaderos.

En los diálogos claramente socráticos de Platón, sin embargo, no encontramos nunca término para estos asuntos, sí un reiterado deseo de saber, empezando de nuevo cualquier cuestión, planteándola desde otra perspectiva, sin descanso, y un fuerte sentido crítico y autocrítico.

Aspectos de la ironía socrática

Busto de Sócrates “La ironía socrática es una ironía interrogante; con sus preguntas, Sócrates disgrega las macizas cosmogonías de los jonicos y el asfixiante monismo de Parménides. Sócrates es un sofista que salió fallido, un sofista que se burla tanto de la sofística como de la ciencia de los meteoros (atribuida a los sabios presocráticos)… lo que les reprocha Sócrates a los charlatanes es empezar la casa por el tejado, improvisar en vez de analizar… acribilla a los vendedores de frases bonitas, y se regodea reventando el odre de su elocuencia, desinflando esas vejigas de un saber hueco. Sócrates es la conciencia de los ateniense… en su función observamos la disparidad de efectos de la ironía, ya sea que nos libre de nuestros terrores (a la muerte, por ejemplo) o nos prive de nuestras creencias.”

“En contacto con él, los hombres pierden la engañosa seguridad de las falsas evidencias, porque después de haber escuchado a Sócrates, ya no es posibe seguir durmiendo con la cabeza apoyada en la almohada de las viejas certidumbres: se acabó la inconsciencia, la tranquilidad, la felicidad. Aguijonea a los inconscientes, los tiene en vilo: Eutifrón, mojigaro medroso; Laques, el militar; Hipias, el sabidillo, charlatan… A todos los lleva hacia el callejón sin salida, los hunde en la perplejidad de la aporía, que esel trastorno sintomático producido por la ironía. Y esto una vez que han tomado conciencia de su ignorancia, con ese malestar que nace de la contradicción…”

“No hay ingnorancia que la ironía no pueda inducir a reconocerse como tal. Sócrates desinfla la complacencia satisfecha; vuelve a los hombres descontentos, escrupulosos, dificiles para consigo mismos, les trasmite la comezón de querer conocerse… Sin embargo aquellos adoran en el fondo el error descansado de que Sócrates viene a liberarlos… de modo que el filósofo atraerá hacia sí la sospecha: Sócrates beberá la cicuta.” (La ironía, Vladimir Jankelevicht, Taurus, 1982, pág. 12-15).

http://www.academiasocrates.com/socrates/biografia.php 

viernes, 14 de febrero de 2014

Derecho Internacional Humanitario

Video: ¿Qué son DD.HH?

El Derecho internacional humanitario (DIH) es la agrupación de las distintas normas, en su mayoría reflejadas en los Convenios de Ginebra, en 1949 y los protocolos adicionales que tienen como objetivo principal la protección de las personas que no participan en hostilidades o que han decidido dejar de participar en el enfrentamiento.


Documento original de la Primera Convención de Ginebra.

Las distintas normas del Derecho internacional humanitario pretenden evitar y limitar el sufrimiento humano en tiempos de conflictos armados. Estas normas son de obligatorio cumplimiento tanto por los gobiernos y los ejércitos participantes en el conflicto como por los distintos grupos armados de oposición o cualquier parte participante en el mismo.
El DIH a su vez, limita el uso de métodos de guerra y el empleo de medios utilizados en los conflictos, pero no determina si un país tiene derecho a recurrir a la fuerza, tal y como lo establece la carta de Naciones Unidas.



El DIH se encuentra esencialmente contenido en los cuatro Convenios de Ginebra de 1949, en los que son parte casi todos los Estados. Estos Convenios se completaron con otros dos tratados: los Protocolos adicionales de 1977 relativos a la protección de las víctimas de los conflictos armados. Hay asimismo otros textos que prohíben el uso de ciertas armas y tácticas militares o que protegen a ciertas categorías de personas o de bienes. Son principalmente:
  • La Convención de la Haya de 1954 para la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado y sus dos Protocolos;
  • La Convención de 1975 sobre Armas Bacteriológicas;
  • La Convención de 1980 sobre Ciertas Armas Convencionales y sus cinco Protocolos;
  • La Convención de 1993 sobre Armas Químicas;
  • El Tratado de Ottawa de 1997 sobre las Minas Antipersona;
  • El Protocolo facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados.
Ahora se aceptan muchas disposiciones del DIH como Derecho consuetudinario, es decir, como normas generales aplicables a todos los Estados.
 
El DIH distingue entre conflicto armado internacional y conflicto armado sin carácter internacional. En los conflictos armados internacionales se enfrentan, como mínimo, dos Estados. En ellos se deben observar muchas normas, incluidas las que figuran en los Convenios de Ginebra y en el Protocolo adicional I. En los conflictos armados sin carácter internacional se enfrentan, en el territorio de un mismo Estado, las fuerzas armadas regulares y grupos armados disidentes, o grupos armados entre si. En ellos se aplica una serie más limitada de normas, en particular las disposiciones del artículo 3 común a los cuatro Convenios de Ginebra y el Protocolo adicional II.
Es importante hacer la distinción entre Derecho internacional humanitario y Derecho de los derechos humanos. Aunque algunas de sus normas son similares, estas dos ramas del Derecho internacional se han desarrollado por separado y figuran en tratados diferentes. En particular, el Derecho de los derechos humanos, a diferencia del DIH, es aplicable en tiempo de paz y muchas de sus disposiciones pueden ser suspendidas durante un conflicto armado.
El DIH cubre dos ámbitos:
  • La protección de las personas que no participan en las hostilidades.
  • Una serie de restricciones de los medios de guerra, especialmente las armas, y de los métodos de guerra, como son ciertas tácticas militares (por ejemplo utilizar uniformes o distintivos del ejército enemigo durante la batalla, táctica que por cierto, era utilizada por los alemanes en ciertas ocasiones durante la Segunda Guerra Mundial).

El DIH prevé la obligación de los estados de “respetar” y “hacer respetar” sus normas (art. 1 común a los cuatro Convenios de Ginebra de 1949). La relación jurídica que se genera convencionalmente, vincula a los estados entre sí. Cada estado parte en los Convenios de Ginebra de 1949 se obliga a respetar y a hacer respetar a los demás estados parte la plena vigencia de sus enunciados normativos. En la práctica, los estados han sido renuentes a manifestar su intención de cuestionar a los estados violadores del DIH. En este sentido la posición asumida por terceros estados respecto de los conflictos armados ha sido generalmente la de impulsar la prevención de nuevas o reiteradas violaciones.
Convergen así dos tendencias claramente identificables, la preventiva y la reparadora. La observancia de los derechos humanos se centraliza en la función reparadora mientras que el DIH cumple una acción eminentemente preventiva. Por esta razón la difusión del DIH es vital a efectos de diseminar el contenido de sus normas en protección de potenciales víctimas de los conflictos armados.





Los Presocráticos

                    PRESOCRÁTICOS

  • Se llaman así por haber desarrollado su filosofía con anterioridad a Sócrates, filósofo que marca un estudio diferente en la filosofía griega (otra razón más para calificarlos con este nombre).
  • La principal preocupación de los presocráticos es la naturaleza (fisis) y el principio de las cosas (arjé); por ello, se considera esta etapa, dentro de la filosofía griega, como la etapa cosmológica.
  • La filosofía en este tiempo se desarrolla en las colonias jónicas e 
  • itálicas. Colonias jónicas: situadas en el mar Jónico y Egeo. Son filósofos más empíricos, más apegados a la experiencia sensible, con caracteres más materiales. Colonias itálicas: situadas en torno al Adriático y al Tirreno. Son más especulativos, más abstractos.
1. EL CONCEPTO DE NATURALEZA (PHYSIS, FISIS)
El término “fisis” tiene fundamentalmente dos acepciones:
  1. Conjunto de seres que pueblan el universo, exceptuando de este conjunto las cosas producidas por el hombre. En esta acepción la naturaleza  viene a coincidir con la totalidad de las cosas.
  2. También se puede aplicar a clases o a conjuntos de cosas. En este caso, naturaleza viene a significar lo que las cosas son, lo que antes denominábamos “esencia”, modo de ser permanente o constante. La diferencia reside en que mientras la esencia prescinde de los aspectos variables y cambiantes de las cosas, la naturaleza explica esas variaciones y cambios.
El concepto “naturaleza” tiende un puente entre las oposiciones vistas: es lo permanente pero en cuanto explica el cambio, es lo que realmente son las cosas pero en cuanto fundamento de lo que parecen ser, es el principio de unidad capaz de generar la pluralidad.

La filosofía surge como una reflexión sobre la naturaleza
Preguntar por la naturaleza es preguntar por lo que las cosas son para,  a partir de ello, explicar sus movimiento y procesos.
La pregunta de los filósofos presocráticos es ¿cuál es la naturaleza de las cosas? que significa ¿cuál es la ley interna que rige las cosas?
2. PRINCIPIO ORIGINARIO MATERIAL (ARCHÉ, ARJÉ)
Dato previo: dentro del pensamiento griego no existe la idea de creación (procedente del judeo-cristianismo) que admite la formación de algo a partir de la nada. Para los griegos esto es inconcebible, siempre tendrá que haber un principio originario o arjé, a partir del cual aparecen, se generan, las cosas que componen el mundo.
La pregunta es ¿cuál es el principio de donde provienen todas las cosas?
PRINCIPIO = CONSTITUTIVO ÚLTIMO DE TODAS LAS COSAS
Los presocráticos pretenden explicar la realidad que existe a partir de algo (principio, arjé) que se encuentra dentro de las cosas. En esta búsqueda no se han liberado del todo de los elementos míticos. Se va abandonando la explicación mítica, sustituyéndola por una racional, aunque no se hace de golpe. Atendiendo a esta búsqueda los filósofos presocráticos pueden clasificarse en:
  • Monistas: Hay un único principio que explica todas las cosas
  • Pluralistas. Diversidad de principios.
3. LOS FILÓSOFOS PRESOCRÁTICOS
1. TALES DE MILETO (585 a.C.)
Considerado uno de los siete sabios de Grecia, por predecir un eclipse que pone fin a la guerra ente los lidios y medos (28 de mayo del 585 a.C.).
Hombre de negocios y de acción(demostró como hacerse rico comerciando con aceitunas sólo para demostrar que no le interesaba el dinero), matemático (¿acaso no conocen el famoso teorema de Tales? Sea verdad o no, seguro que midió la altura de las pirámides), astrónomo (una esclava tracia contaba que era tan despistado que se caía al pozo de su vivienda…quizá sólo observase mejor el cielo) y filósofo. Su pensamiento aún conserva elementos míticos.

El agua es el arjé, de donde todo surge y a donde todo retorna
Considera que el primer principio es el agua y ello por varias razones:
  • Todo ser vivo no puede vivir sin agua
  • Las semillas de todas las cosas poseen una naturaleza húmeda
  • En agua se transforman los distintos estados (sólido, gaseoso) o se convierten otras cosas: niebla, lluvia, fuentes subterráneas, etc…
  • Viaje a Egipto
  • Creencias míticas de origen babilonio
  • Como es de esperar, la Tierra flota sobre el agua.
Defendió el hilozoísmo, la suposición de que todas las cosas, incluso las inanimadas, tienen, en cierto modo, vida.
2. ANAXIMANDRO DE MILETO (547 a. C.)
Actividad científica: gnomon (escuadra o vara vertical cuya sombra señala la dirección y altura del sol . Es la parte básica de un reloj de sol y la herramienta con la que Eratóstenes midió el radio de la Tierra), mapa (primero en dibujar un mapa de la tierra habitada)
El principio material de las cosas es ápeiron (sin término, sin límite, sin definición): lo indeterminado, lo indefinido. No se parecía a ninguna clase de materia del mundo ya formado.  El razonamiento tiene mucho sentido, ¿se les ocurre cuál puede ser?. Aplicó a lo Indefinido los atributos propios de los dioses (inmortalidad, poder ilimitado, …)
También es el primero en hablar de los opuestos como esenciales en la evolución del mundo que luego retomarán Heráclito, Parménides, Empédocles y los pitagóricos.
Creyó en la existencia de mundos innumerables, no sabemos con certeza si sucesivos o coexistentes.
3. ANAXÍMENES DE MILETO (525 a. C.)

Del aire surgen todas las cosas por condensación y rarefacción
Principio material: el aire por condensación y rarefacción.
El Aire, aliento del mundo, su fuente eterna y divina. “Al igual que nuestra alma, que es aire, nos gobierna, igualmente el soplo y el aire envuelven el mundo todo”
Tiene alguna de las cualidades indefinidas del Ápeiron de Anaximandro.
Ocupa una vasta región del mundo ya formado.
Tierra: como gran hoja flotando en el aire.
4. JENÓFANES DE COLOFÓN (530 a. C.)
Su importancia depende de los autores: unos consideran que es de enorme importancia, mientras que otros afirman que se hubiese reído de saber que iba a tener tanta influencia.
Fue básicamente un poeta, interesado fundamentalmente por problemas religiosos, reaccionando contra Homero, arquetipo de poetas y base fundamental de la educación contemporánea.
Sus ataques se fundamentan en la inmoralidad y la naturaleza antropomórfica de los dioses de la religión convencional.
Los dioses de Homero y Hesíodo son, con frecuencia, inmorales –lo que es absolutamente cierto; y en segundo lugar, no hay motivos convincentes para creer que los dioses sean en modo alguno antropomórficos. Jenófanes se da cuenta de dos cosas:
1ª. Que las diferentes razas atribuyen a los dioses sus propias características particulares.
2ª. Que por reducción al absurdo, los animales harían lo mismo.
Concluye con la afirmación de que tales consideraciones son subjetivas y carentes de valor y que el cuadro establecido por Homero respecto a la concepción de los dioses como hombres y mujeres debe ser abandonado.
5. HERÁCLITO DE ÉFESO (500 a. C.)

Heráclito y Demócrito de Rubens
Ficción biográfica: pretendían ridiculizarle por su aire de superioridad. Elaborar leyes, jugar con los niños, misantropía, hidropesía, propositor de obscuros enigmas, etc…
Calificativos: enigmático, obscuro, filósofo llorón.


El universo está en continuo devenir, en incesante transformación, en continuo movimiento. “Todo fluye”, “No se puede uno bañar dos veces en el mismo río”.
Ese devenir o cambio no es irracional o caótico sino que se realiza atendiendo a una ley o logos interno. Ley = Razón = Dios.
Esta ley que rige el universo es la lucha de contrarios (día-noche, invierno-verano, guerra-paz, hartazgo-hambre, etc …)
El orden, la armonía del universo procede de la contradicción, de la lucha de contrarios.

Este cósmos no lo hizo ni alguno de los dioses ni de los hombres, sino que era y es y será, fuego siempre viviente
Creador de la dialéctica. La naturaleza es dialéctica, un continuo devenir conforme a una ley que la ordena.
El fuego es el principio material, razón del movimiento y cambio.

6. PARMÉNIDES DE ELEA (470 a. C.)

La razón es la única fuente  válida de conocimiento (Vía de la Verdad), los sentidos (Vía de la Opinión) nos ofrecen meras apariencias.
A partir de una única realidad es imposible que surja la pluralidad (en contra de lo que afirmaban los milesios). Supongamos que originariamente sólo existía agua. ¿por qué no sigue  habiendo sólo agua? Si solamente había agua, ésta no pudo generarse a partir de otra sustancia  (que, por hipótesis, no había) ni puede transformarse tampoco en otra cosa o desaparecer (¿qué podría hacerla desaparecer o transformarse si nada hay aparte de ella?) Lo que no hay ni había desde siempre, no puede originarse; lo que hay desde siempre, no puede ser destruido. Lo que hay, lo que es, el ente, es ingendrado, indestructible, inmutable, compacto, indivisible, esférico.
Lo que hay, lo que existe ha de ser una única realidad.
Consecuencias de estas dos afirmaciones: si, por una parte, de una única realidad no puede surgir la pluralidad y si, por otra parte, la razón nos obliga a aceptar la existencia de una única realidad, no queda más remedio que negar el movimiento y la pluralidad. Parménides elimina lo cambiante al afirmar lo permanente, elimina lo que las cosas parecen ser (múltiples y cambiantes) al afirmar lo que son, elimina la pluralidad al establecer la unidad; elimina el conocimiento sensible sacrificándolo por la razón.
Esta visión de la realidad es una exigencia necesaria de la razón. El razonamiento recae sobre lo que existe, el ente:
1º ¿Existe o no existe (lo que existe)? Necesariamente lo que existe, existe.
2º Lo que existe, ¿existe, o bien existió o existirá pero no existe? Lo que existe, existe.
El logos recae en una noción formal (juego lógico de esa noción) y abstracta (prescinde de los aspectos diferenciadores de los entes reales)
En resumen: rigor de la deducción lógica a partir del principio de identidad: lo que es, es.

Si Aquiles, como gran atleta que es, deja una ventaja a la toruga, jamás podrá alcanzarla
Parménides tuvo un famoso discípulo, llamado Zenón de Elea, que creó las también famosas llamadas aporías. Su intención era defender a Parménides contra sus atacantes, los pluralistas. Todas ellas están dirigidas a negar la pluralidad y el movimiento. Especialmente famosa es la de Aquiles y la tortuga: el corredor más rápido de toda Grecia nunca pillará a la tortuga si tiene a bien ( ya que es mucho más rápido) darle una ligera ventaja.
HERÁCLITO y PARMÉNIDES representan dos formas opuestas de concebir la naturaleza. Para Heráclito hay que admitir necesariamente el movimiento para la comprensión del mundo. Su afirmación “todo fluye” significa que el cosmos es una realidad en permanente cambio, pues el cambio está en el origen. Para Parménides, la exigencia de la razón obliga a admitir como verdadero únicamente lo inmutable, y por eso, no hay lugar para el cambio o movimiento, y consiguientemente, para el conocimiento sensorial. Son también dos caminos diferentes de conocimiento.
Influencias:
Heráclito: Hegel, Nietzsche
Parménides: Platón,  cristianismo
7. LOS PITAGÓRICOS

Pitágoras de Samos (532 a.C.) es una figura legendaria que da origen a una escuela (más bien, hermandad o asociación religiosa en la que estudiaban igualmente hombres y mujeres, una de las cuales, Teano, fue esposa de Pitágoras)  cuya posterior influencia será enorme. Pocas cosas se saben del Pitágoras histórico y de los primeros pitagóricos. Éstos últimos tenían tanto respeto a la figura del maestro que posiblemente muchos de los hallazgos matemáticos realizados por ellos se los atribuyeran a Pitágoras mismo. También parece que tenían en la comunidad una regla de secreto que castigaba divulgar la doctrina pitagórica. Se cree que fue el primero en llamarse a sí mismo <<filósofo>>, acto de humildad del << sabio>> consciente de lo mucho que le falta por aprender.
Lo que da acceso a la naturaleza es la razón, pero entendida como razón

Los únicos cinco poliedros regulares suelen denominarse platónicos, por el estudio que realiza éste sobre ellos, pero parece ser que fueron descubiertos por los pitagóricos
matemática.
Hay una correspondencia entre las cosas y los números, que sólo capta la razón (gran importancia debió tener el descubrimiento de Pitágoras de que los intervalos de la escala musical podían expresarse en relaciones numéricas, al observar la relación entre las longitudes de cuerda de una lira y el tono producido -parece que amante de la música también utilizaba la lira para ayudar a los enfermos-: Pitágoras observo que con una cuerda (unidad) reducida a la mitad y haciéndola vibrar se obtenía la octava (do natural), si lo hacia en sus374 partes, la cuarta (fa) y en sus 272 daba la quinta (sol). Los números implicados eran 1,2,3 y 4, el tetraktis. ).  Estos números son los verdaderos principios de la naturaleza, lo constitutivo del universo. Estudiaron los números perfectos (número que tiene la propiedad de ser la suma de sus divisores, excluyendo, como es obvío, el propio número. Por ejemplo 6=1+2+3 , 28=1+2+4+7+14), triangulares -28 (7), 120(15)-, cuadrados (1,4,9,16) y pentagonales (1,5, 12,22) amigos (220 y 284), etc… Uno de los hallazgos que suponemos más satisfacción causaría a Pitágoras fue el teorema que lleva su nombre, aunque va acompañado de un descubrimiento realmente incómodo …. ¡¡¡la raíz cuadrada de dos!!!. Si tenemos un cuadrado de lado 1 e intentamos averiguar su diagonal utilizando el teorema de Pitágoras obtendremos √2, un número irracional, ya que no podía expresarse como fracción de números enter0s (racional). La existencia de estos números hacía tambalearse su doctrina por lo que parece que los pitagóricos guardaron ese descubrimiento en secreto. Hipaso de Metaponto parece que fue su descubridor y que contravino la regla del silencio lo que hizo que fuera expulsado de la escuela y erigida una tumba en su nombre ya que para los pitagóricos estaba muerto. Su muerte real no está clara, unos dicen que murió ahogado durante una tormenta en el Mediterráneo  … otros dicen que fue ejecutado por los propios pitagóricos).

La tetraktis, representación gráfica del número 10, número perfecto, de la divinidad, con carácter sagrado, suma de 1+2+3+4; por ella juraban
Los números no son puras abstracciones o meros signos, sino que tienen entidad material, lo que los llevó a identificarlos con los elementos geométricos elementales: uno-punto, dos-línea, tres-superficie mínima, cuatro volumen mínimo (tetraedro).
La correspondencia entre el número y  las cosas inicia el camino de explicación de las matemáticas al estudio de la naturaleza, construcción de modelos matemáticos de explicación de la naturaleza.
En el pensamiento pitagórico hay también un aspecto místico: transmigración de las almas, con el correspondiente parentesco entre los seres vivos, y las reglas de abstinencia y prohibiciones.  Siguiendo las doctrinas órficas, defienden una concepción dualista del hombre, formado por cuerpo y alma. El alma es inmortal y pertenece al mundo celeste, el cuerpo es mortal y pertenece al terrestre. Cuando el cuerpo muere, el alma se reencarna en otro cuerpo (en función de su comportamiento) y sólo podrá volver al mundo celeste tras la purificación que le libere del mundo terrestre. Precisamente, las reglas de abstinencia y prohibiciones son reglas de purificación; los pitagóricos serían los primeros vegetarianos de la historia, ya que tendrían prohibido comer animales (tampoco habas) junto con numerosas reglas rituales (sacrificar y orar descalzo, al calzarse comenzar por el pie derecho,  y morales (amistad, altruismo, honestidad).
Influencias: Platón, corrientes de carácter mágico o cabalístico, investigadores renacentistas, Kepler, Galileo, moderna consideración de la física, química, y en general, en toda la concepción moderna de la investigación científica que trata de crear modelos matemáticos para su aplicación en diversas ciencias.
PLURALISTAS
Después de Parménides no fue posible retornar a una explicación monista de la naturaleza, ya que aceptar como origen, sustrato y causa a una única realidad era condenarse a no explicar la pluralidad y el movimiento. Surgieron entonces las filosofías pluralistas de Empédocles, Anaxágoras y Demócrito.
8. EMPÉDOCLES DE ACRAGÁS (450 a. C.)

Sacerdote, místico, predicador ambulante, político, médico, poeta. Se dice que la muerte le vino al arrojarse al Etna.
Cuatro son los elementos: fuego, tierra, aire y agua.
Todo lo que hay se ha formado a partir de la mezcla y separación de estos cuatro elementos, todo responde al movimiento mecánico de estos elementos.
Existen dos fuerzas externas que impulsan a estos movimientos de mezcla y separación: el Amor, que lleva a la unión y la Discordia, que impulsa a la separación. Así se han formado los periodos de constitución del mundo, según vaya predominando una fuerza u otra.
9. ANAXÁGORAS DE CLAZOMENE (460 a. C.)
Acepta el razonamiento de Parménides de que ninguna realidad nueva puede originarse; luego, todo existe desde siempre. Partículas diminutas de todas las sustancias existen por siempre (homeomerías). Estas innumerables partículas se hallaban primero mezcladas en una masa compacta. ¿Cómo empezó a moverse y las partículas a separarse y a unirse para dar lugar a los distintos seres? Recurre a una causa exterior, el Nous, Entendimiento o Inteligencia que imprimió a esa masa inerte un movimiento de remolino. Con Anaxágoras aparece, por primera vez, de un modo explícito, la idea de Dios como principio rector del universo (no como creador sino como Arquitecto del Mundo).
Su astronomía es mucho más racional que la de los predecesores. Las estrellas son enormes piedras incandescentes, si no notamos su calor es por su lejanía. También afirmó que la luna no tenía luz propia sino que la recibía del sol y que tenía planicies y simas. Dio explicación a los elipses de luna y de sol.
Por lo que respecta a la biología defendió la idea de que los animales nacieron originariamente en lo húmedo y después los unos de los otros.
10. LOS ATOMISTAS: LEUCIPO DE MILETO (440 a. C.) y DEMÓCRITO DE ABDERA (420 a. C.)

Billete griego con la imagen de Demócrito
Explican la realidad a partir de dos principios: lo lleno y el vacío. El mundo está lleno de un número infinito de principios materiales e indivisibles, de átomos. Estos átomos se mueven en el vacío.
El movimiento es eterno, sin cesar, sin un plan determinado, por azar, por necesidad, automático y mecánico.
El atomismo es la culminación del pensamiento presocrático. Muchas de las afirmaciones realizadas por Demócrito son admitidas como esencialmente válidas por la ciencia actual.
Defendió una doctrina ética no basada en los presupuestos del atomismo físico sino en la moderación, sentido común y cordura, sentimientos típicamente griegos.

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