John Locke (Wrington, 29 de agosto de 1632-Essex, 28 de octubre de 1704) fue un pensador inglés considerado el padre del empirismo y del liberalismo moderno.
Su epistemología (teoría del conocimiento) no cree en la existencia del innatismo y el determinismo, considerando el conocimiento de origen sensorial, por lo que rechaza la idea absoluta
en favor de la probabilística matemática. Para Locke, el conocimiento
solamente alcanza a las relaciones entre los hechos, al cómo, no al por
qué. Por otra parte cree percibir una armonía global, apoyado en
creencias y supuestos evidentes por sí mismos, por lo que sus
pensamientos también contienen elementos propios del racionalismo y el mecanicismo.
Cree en un Dios
creador cercano a la concepción calvinista del gran relojero, basando
su argumentación en nuestra propia existencia y en la imposibilidad de
que la nada pueda producir el ser. Es decir, un Dios tal como lo describe el pensador racionalista, René Descartes, en el
Discurso del método, en la tercera parte del mismo. De la esencia divina solamente pueden ser conocidos los accidentes y sus designios solamente pueden ser advertidos a través de las leyes naturales.
Trata la religión como un asunto privado e individual, que afecta solamente a la relación del hombre con Dios, no a las relaciones humanas.
En virtud de esta privatización el hombre se libera de su dependencia
de las imposiciones eclesiásticas y sustrae la legitimidad confesional a
la autoridad política, puesto que considera que no hay base bíblica para un estado cristiano.
Considera la ley natural
un decreto divino que impone la armonía global a través de una
disposición mental (reverencia, temor de Dios, afecto filial natural,
amor al prójimo), concretada en acciones prohibidas (robar, matar y en
definitiva toda violación de libertad ajena), que obligan en favor de la
convivencia.
Ensayo sobre el entendimiento humano
Artículo principal: Ensayo sobre el entendimiento humano
John Locke acabó su redacción en 1666, pero no fue publicada hasta 1690, año en que vio la luz bajo el título original inglés de
An Essay Concerning Human Understanding.
En este tratado, Locke planteó los fundamentos del conocimiento
humano y advirtió su intención de realizar una «obra moralmente útil».
Concebida en la época de los grandes descubrimientos científicos
(especialmente palpables en los trabajos de Christiaan Huygens, Isaac Newton), Locke pensaba que la filosofía
tenía que participar en estos importantes avances, eliminando, por
ejemplo, todas las invenciones y los conceptos inútiles acumulados
durante los siglos anteriores. Según él, las analogías y las relaciones
entre los contenidos del conocimiento, son los elementos que permiten la
elaboración de instrumentos críticos capaces de eliminar los
conocimientos erróneos. Debido a su característico empirismo analítico, se opuso a las concepciones puramente mecanicistas y sistemáticas cartesianas y, pese a ser cuestionado por Gottfried Wilhelm Leibniz, su influencia sobre los filósofos de la Ilustración fue considerable.
- En el primer libro del Ensayo, Locke insistía en la necesidad de prescindir de consideraciones a priori y, en oposición a René Descartes, afirmaba que no existen conocimientos innatos y que sólo debe ser tenida en cuenta la experiencia.
- En el segundo libro, propuso que la sensación (o ideas de la
sensación, las «impresiones hechas en nuestros sentidos por los objetos
exteriores») y la reflexión (o ideas de la reflexión, «reflexión del
espíritu sobre sus propias operaciones a partir de ideas de sensación»),
se fundamentan en la experiencia y en las ideas simples creadas por
medio de la percepción inmediata derivada de las excitaciones que
provienen de los objetos.
Los individuos tienen la capacidad de representar los objetos, así como
una voluntad libre para determinarlos. La razón presenta las ideas
simples en tres grupos: conjunción, abstracción y combinación.
La mente, además, tiene la capacidad de asociar y combinar estas ideas
simples, produciendo así las ideas complejas que pueden ser: de
sustancia (cosas individuales que existen), de modo (las que no existen
en sí mismo sino en una sustancia) y de relaciones (que describen
asociaciones de ideas).
- En el tercer libro se interesaba por las relaciones entre el
lenguaje y el pensamiento, en la formación intersubjetiva del
conocimiento. Las palabras remiten a ideas generales que son
evidenciadas por sustracciones sucesivas de sus particularidades
circunstanciales. Distinguía entre las esencias nominales (que son
complejas, y establecidas para servir a la selección y clasificación de
las ideas) y las esencias reales (para uso de la metafísica,
inaccesibles a la razón, la cual no puede tener acceso a su
conocimiento).
- En el cuarto libro trataba de averiguar lo que se establece a partir
del acuerdo o desacuerdo entre dos ideas, ya fuera por intuición, por
demostración racional o por conocimiento sensible. La confrontación
práctica permite despejar la duda. No son conexiones entre las ideas
nacidas de cualidades sensibles lo que percibimos. De hecho, el
conocimiento humano se basa en las definiciones que da a las cosas
llamadas «reales». El saber humano es, pues, limitado. Sólo el
conocimiento proporcionado por los sentidos puede indicar lo que de
realidad hay en los objetos del mundo. La verdad es cuestión sólo de
palabras, mientras que la realidad interesa a los sentidos. A falta de
algo mejor, para paliar la limitación de las posibilidades cognoscitivas
de la realidad se puede intentar utilizar en un discurso la noción de
cosas «probables». Para Locke, Dios es el resultado de una inferencia y
las enseñanzas resultantes de la fe deben estar de acuerdo con la razón.
Ateísmo y escepticismo están pues muy presentes en John Locke, como en la mayor parte de los empiristas ingleses.
En resumen la principal idea que subyace en el Ensayo es que
únicamente la sensación permite la comprensión de la realidad y que la
verdad pertenece sólo al discurso.
Política
Carta sobre la tolerancia. Portada de una edición de 1765.
En política, John Locke es considerado el padre del liberalismo
moderno. Propone que la soberanía emana del pueblo; que la propiedad,
la vida, la libertad y el derecho a la felicidad son derechos naturales
de los hombres, anteriores a la constitución de la sociedad.
El Estado tiene como misión principal proteger esos derechos, así
como las libertades individuales de los ciudadanos. También sostiene que
el gobierno debe estar constituido por un rey y un parlamento. El parlamento
es donde se expresa la soberanía popular y donde se hacen las leyes que
deben cumplir tanto el rey como el pueblo. Anticipándose a Montesquieu, a quien Locke influyó, describe la separación del poder legislativo y el ejecutivo.
La autoridad del Estado se sostiene en los principios de soberanía
popular y legalidad. El poder no es absoluto sino que ha de respetar los
derechos humanos.
Al Estado le confiere funciones de decisión en controversias entre
los individuos, en el contexto de la pluralidad y la tolerancia, puesto
que se dan diversidad de opiniones e intereses entre los hombres, fruto
de las distintas vías individuales de búsqueda de la felicidad, por lo
que el desacuerdo y los conflictos son inevitables.
Postula que los hombres viven en el estado de naturaleza en una
situación de paz y sometidos a leyes naturales que surgen de la razón.
Los hombres salen a través del pacto social del estado de naturaleza
porque no existe allí justicia imparcial que asegure los derechos
naturales. El ingreso a la sociedad civil es a través del contrato. Si
es violado por la autoridad pública que resultó de la voluntad de los
ciudadanos, se vuelve al estado de naturaleza. La autoridad se sostiene
en tanto asegure los derechos naturales que el individuo buscó proteger
al entrar en la sociedad.
David Hume
David Hume (Edimburgo, 7 de mayo de 1711 – ibídem, 25 de agosto de 1776) fue un filósofo, economista, sociólogo e historiador escocés y constituye una de las figuras más importantes de la filosofía occidental y de la Ilustración escocesa.
Los historiadores consideran que la filosofía de Hume no es válida como una profundización en el escepticismo, aunque esta visión ha sido discutida argumentando que el naturalismo
tiene un peso comparable en su pensamiento. El estudio de Hume ha
oscilado entre los que enfatizan la vertiente escéptica de Hume (como es
el caso del positivismo lógico), y los que, en cambio, consideran más importante la vertiente naturalista (como Don Garret, Norman Kemp Smith, Kerry Skinner, Barry Stroud y Galen Strawson).
Hume estuvo fuertemente influido por los empiristas John Locke y George Berkeley, así como por varios escritores franceses como Pierre Bayle, y algunas figuras del panorama intelectual anglófono como Isaac Newton, Samuel Clarke, Francis Hutcheson y Joseph Butler.
Hume afirma que todo conocimiento deriva, en última instancia, de la
experiencia sensible, siendo ésta la única fuente de conocimiento y sin
ella no se lograría saber alguno.
Aunque Hume escribió sus obras en el siglo XVIII,
su trabajo sigue siendo relevante en las disputas filosóficas de la
actualidad, lo que contrasta con las aportaciones de muchos de sus
contemporáneos. A continuación se ofrece un sumario de sus trabajos
filosóficos más influyentes:
Ideas e impresiones
Hume cree que todo el conocimiento humano proviene de los sentidos.
Nuestras percepciones, como él las llamaba, pueden dividirse en dos
categorías: ideas e impresiones. Así define estos términos en
Investigación sobre el entendimiento humano:
«Con
el término impresión me refiero a nuestras más vívidas percepciones,
cuando oímos, o vemos, o sentimos, o amamos, u odiamos, o deseamos. Y
las impresiones se distinguen de las ideas, que son impresiones menos
vívidas de las que somos conscientes cuando reflexionamos sobre alguna
de las sensaciones anteriormente mencionadas». Más adelante precisa el concepto de las ideas, al decir
«Una
proposición que no parece admitir muchas disputas es que todas nuestras
ideas no son nada excepto copias de nuestras impresiones, o, en otras
palabras, que nos resulta imposible pensar en nada que no hayamos
sentido con anterioridad, mediante nuestros sentidos externos o
internos». Esto constituye un aspecto importante del escepticismo de Hume, en cuanto equivale a decir que no podemos tener la certeza de que una cosa, como Dios, el alma o el yo, exista a menos que podamos señalar la impresión de la cual, esa idea, se deriva.
Problema de la causalidad
Cuando un acontecimiento sucede tras otro, la mayoría de la gente piensa que una conexión entre ambos acontecimientos
hace que el segundo suceda al primero (
post hoc ergo propter hoc). Hume desafió a esta creencia en su primer libro
Tratado de la naturaleza humana y más tarde en su
Investigación sobre el entendimiento humano. Se dio cuenta de que aunque percibimos que un elemento suceda al otro, no percibimos ninguna condición necesaria y suficiente entre los dos. Y, de acuerdo con su epistemología
escéptica, sólo podemos confiar en el conocimiento que adquirimos a
través de nuestras percepciones. Hume declaró que nuestra idea de causalidad
consiste en poco más que la esperanza de que ciertos acontecimientos se
den tras otros que los preceden. «No tenemos otra noción de causa y
efecto, excepto que ciertos objetos siempre han coincidido, y que en sus
apariciones pasadas se han mostrado inseparables. No podemos penetrar
en la razón de la conjunción. Sólo observamos la cosa en sí misma, y
siempre se da que la constante conjunción de los objetos adquiere la
unión en la imaginación»
(Hume, 1740: 93). En realidad no podemos
decir que un acontecimiento causó al otro. Todo lo que sabemos con
seguridad es que un acontecimiento está correlacionado con el otro. Para
describir esto, acuñó el término conjunción constante
, que consiste en que cuando vemos cómo un acontecimiento siempre causa
otro lo que en realidad estamos viendo es que un acontecimiento ha estado siempre en conjunción constante
con
el otro (costumbre). En consecuencia, no tenemos ninguna razón para
creer que el primero causó al segundo, o que continuarán apareciendo
siempre en conjunción constante
en el futuro (Popkin y Stroll,
1993: 268). La razón por la que presentamos este comportamiento no es
que la causa-efecto sea el comportamiento de la naturaleza, sino los
hábitos de la psicología humana (Popkin y Stroll, 1993: 272).
Esta concepción le quita toda la fuerza a la causación, y otros humeanos posteriores, como Bertrand Russell, han desechado la misma noción de causación aduciendo que es un tipo de superstición.
Pero esto desafía al sentido común, creando el problema de la causación
—¿Qué justifica nuestra confianza en la existencia de una conexión
causal y de qué clase de conexión podemos saber?— un problema para el
que no se ha encontrado solución. Hume sostuvo que tanto nosotros como
otros animales tenemos una tendencia instintiva a creer en la causación debido al desarrollo de hábitos de nuestro sistema nervioso, una creencia que no podemos eliminar, pero que no podemos probar mediante ningún argumento, deductivo o inductivo.
Problema de la inducción
En
Investigación sobre el entendimiento humano (EHU), §4.1.20-27, §4.2.28-33.,
2 Hume articuló su tesis de que todo el razonamiento humano pertenece a dos clases,
Relaciones de ideas y
Hechos.
Mientras que las primeras involucran conceptos abstractos como las
matemáticas y están gobernadas por las certezas deductivas, los segundos
comportan la experiencia empírica donde todos los razonamientos son
inductivos. Dado que de acuerdo con Hume no podemos conocer nada de la
naturaleza con anterioridad a la experimentación, incluso un hombre
racional sin experiencia
«no podría haber inferido de la
transparencia y la fluidez del agua que sofocaría su sed, o a partir de
la luz y el calor del fuego que le consumiría» (EHU, 4.1.6) Así que
todo lo que podemos decir, pensar o predecir de la naturaleza debe venir
de la experiencia previa, lo que lleva a la necesidad de la inducción.
La inferencia o razonamiento inductivo
presupone que se puede confiar en los actos pasados como regla a partir
de la cual se puede predecir el futuro. Por ejemplo, si en el pasado ha
llovido el 60% del tiempo cuando se dan unas condiciones atmosféricas
determinadas, entonces en el futuro probablemente lloverá un 60% del
tiempo si se dan las mismas condiciones. Pero aún queda el problema de
cómo justificar tal inferencia, conocida como el
principio de inducción. Hume sugirió dos posibles justificaciones, que sin embargo rechazó:
- La primera justificación descansa en la suposición, tomada como una necesidad lógica,
de que el futuro debe parecerse al pasado. Pero Hume puntualiza que
podemos concebir un mundo caótico y errante en el que el futuro no tiene
nada que ver con el pasado; o un mundo como el nuestro hasta el
presente, que llegado a un punto cambia totalmente. Así que nada hace
que el principio de inducción sea una necesidad lógica.
- La segunda justificación, más modesta, apela a los éxitos anteriores
de la inducción: en el pasado ha funcionado en la mayoría de las
ocasiones, así que probablemente seguirá haciéndolo en el futuro. Pero,
como Hume comenta, esta justificación hace uso del razonamiento circular en un intento de justificar la inducción mediante la reiteración, lo que nos devuelve al punto de partida.
El notable filósofo del siglo XX Bertrand Russell confirmó y elaboró el análisis de Hume del problema en su trabajo
Los problemas de la filosofía, capítulo 6.
A pesar de la crítica de Hume a la inducción, sostuvo que era
superior a la deducción en el reino del pensamiento empírico. Tal y como
declara:
«esta operación de la mente, por la que podemos inferir los
efectos de las causas y viceversa, es esencial para la subsistencia de
todas las criaturas humanas, es probable que pueda confiarse más en ella
que en las falacias de la deducción de nuestra razón, que es lenta en
sus operaciones; no aparece en los primeros años de la infancia; y como
mucho es, en cualquier edad y periodo de la vida humana, extremadamente
proclive al error». (EHU, 5.2.22)
Razón práctica: instrumentalismo y nihilismo
La mayoría de las personas consideran algunas conductas más
razonables que otras. Por ejemplo, comer papel de aluminio parece
irracional. Pero Hume negó que la razón tuviera un papel importante cara
a motivar o desalentar la conducta. Según él, la razón no es más que
una calculadora de conceptos y experiencia. Lo que en definitiva importa
es como nos sentimos respecto a la conducta. Su trabajo se asocia con
la doctrina del instrumentalismo,
que dice que una acción es razonable si y sólo sí sirve para alcanzar
las propios deseos, sean los que sean. La razón puede participar
solamente informando acerca de las acciones que serán más útiles para
alcanzar las metas y deseos, pero nunca dirá qué metas y deseos se deben
de tener. Así que si alguien quiere ingerir papel de aluminio la razón
dirá dónde encontrarlo, y no hay nada irracional en el hecho de comerlo o
en querer hacerlo (a menos que se tenga un deseo más fuerte de
conservar la salud). Hoy en día, sin embargo, se aduce que Hume fue un
paso más allá adentrándose en el nihilismo,
pues dijo que no había nada irracional en frustrar los propios deseos y
metas. Tal conducta sería anormal, pero no sería contraria a la razón.
Ética
Hume trató la ética por primera vez en el segundo y tercer libro del
Tratado de la naturaleza humana (1739). Muchos años después, extrajo y extrapoló las ideas allí propuestas en un ensayo más corto titulado
Investigación sobre los principios de la moral
(1751). La aproximación de Hume a los problemas morales es
fundamentalmente empírica. En lugar de decir cómo debería de operar la
moral, expone cómo realizamos los juicios morales. Tras proporcionar
varios ejemplos llega a la conclusión de que la mayoría (si no todas) de
las conductas que aprobamos tienen en común que buscan incrementar la
utilidad y el bienestar público. Al contrario que el también empirista Thomas Hobbes,
Hume declara que no sólo realizamos juicios morales teniendo en cuenta
nuestro propio interés, sino también el de nuestros conciudadanos. Hume
defiende esta teoría de la moral al asegurar que nunca podemos realizar
juicios morales basándonos únicamente en la razón. Nuestra razón trata
con hechos y extrae conclusiones a partir de ellos, pero no nos puede
llevar a elegir una opción sobre otra; sólo los sentimientos pueden
hacerlo. Este argumento contra la moral fundamentada en la razón forma
parte hoy en día de los argumentos antirrealistas.
Por tanto, Hume niega la existencia de una "razón práctica" y la
posibilidad de una fundamentación racional de la ética. El objeto de la
moral (pasiones, voliciones y acciones) no es susceptible de ese acuerdo
o desacuerdo entre las ideas sobre las que se basan lo verdadero y lo
falso. Si la razón no puede ser la fuente del juicio de valor, habrá que
buscarlo en el sentimiento, que surge espontáneo en nosotros ante
acciones susceptibles de lo que consideramos valoración moral. El
análisis de este sentimiento revela que es una forma de placer o de
"gusto". Ello le lleva a excluir de la moral todo rastro de austero
moralismo o de mortificación del alma o del cuerpo, porque el fin de la
moral es la felicidad y el gozo de vivir del mayor número de hombres
posible.
Igualmente duro se muestra Hume ante el problema religioso. Menoscaba
la pretensión de las pruebas de la existencia de Dios, y niega su
existencia apelando al problema del mal en el mundo. La religión tiene
su origen en el sentimiento de miedo de la gente y en la ignorancia de
las causas de los eventos terribles de la naturaleza. En su libro
Historia natural de la religión,
defiende una evolución a partir del politeísmo, hasta llegar a la idea
abstracta de la divinidad propia de las religiones monoteístas.
Determinismo y libre albedrío
Muchos han advertido el conflicto aparente entre el libre albedrío y el determinismo.
Si las acciones que se realizan estaban predeterminadas desde hace
miles de millones de años, entonces ¿cómo es que podemos decidir? Pero
Hume advirtió otro conflicto, al ver el problema desde la perspectiva
contraria: el libre albedrío es incompatible con el indeterminismo. Si
las acciones realizadas no están determinadas por acontecimientos
anteriores entonces las acciones son completamente aleatorias. Además, y
de más importancia para la filosofía humana, no están determinadas por
el carácter o la personalidad –los deseos, las preferencias, los
valores, etc.–; pero, ¿cómo podría ser alguien responsable de una acción
que no es consecuencia de su carácter, sino que ocurre de forma
aleatoria? El libre albedrío parece necesitar del determinismo, porque
de lo contrario el agente y la acción no estarían conectados. Así que,
mientras que el libre albedrío parece contradecir al determinismo, al
mismo tiempo
necesita del determinismo. La concepción de Hume de
la conducta humana tiene causas, y por lo tanto al hacer a las personas
responsables por sus acciones se debería intentar recompensarlas o
castigarlas de tal forma que intentaran hacer lo que es moralmente
deseable e intentaran evitar hacer lo que es moralmente indeseable.
Problema del ser y el deber ser
Artículo principal: Problema del ser y el deber ser
Hume se percató de que muchos escritores hablaban sobre
lo que debería ser partiendo de la base de
lo que es;
pero hay una gran diferencia entre las proposiciones descriptivas (lo
que es) y las prescriptivas (lo que debe ser) (ver libro III, parte I,
sección I del Tratado de la naturaleza humana).
Hume pide a los escritores que se pongan en guardia ante estos cambios
sin aportar explicaciones acerca de cómo se supone que las proposiciones
prescriptivas deben de seguirse de las declarativas. La cuestión de
¿con qué exactitud se puede derivar el 'deber' del 'ser'? ha llegado a
ser una de las cuestiones centrales de la teoría ética, y a Hume se le
adjudica normalmente la opinión de que tal derivación es imposible
(otros interpretan que Hume no dijo que una aserción fáctica no puede
devenir en una aserción ética, sino que no podía hacerse sin prestar
atención a los sentimientos humanos). Hume es probablemente uno de los
primeros escritores que realizó una distinción entre lo normativo (lo
que debería ser) y lo positivo (lo que es). G. E. Moore defendió una posición similar con su
argumento de la pregunta abierta, en un intento de refutar cualquier identificación entre las propiedades morales y las naturales, la llamada falacia naturalista.
Utilitarismo
Estatua erigida en honor a David Hume en Edimburgo. Obra del escultor Alexander Stoddart.
Hume, junto con los demás miembros de la ilustración escocesa, fue probablemente el primero en proponer que la razón de los principios morales puede buscarse en la utilidad que tratan de promover. El papel de Hume, sin embargo, no debe sobreestimarse; fue Francis Hutcheson el que acuñó el lema del utilitarismo:
«la mayor felicidad para el mayor número». Pero fue tras leer el
Tratado de Hume cuando Jeremy Bentham
sintió por primera vez la fuerza del sistema utilitario. Sin embargo,
el proto-utilitarismo de Hume es peculiar. No cree que la adición de
unidades de utilidad proporcione la forma de llegar a la verdad moral.
Al contrario, Hume era un sentimentalista moral y, como tal, pensaba que
los principios morales no podían justificarse intelectualmente. Algunos
principios simplemente nos parecen mejores que otros; y la razón de por
qué los principios utilitarios nos parecen mejores es porque favorecen
nuestros intereses y los de nuestros coetáneos, con los que
simpatizamos. Los seres humanos están fuertemente predispuestos a
aprobar normas que promuevan la utilidad pública de la sociedad. Hume
usó esta idea para explicar cómo evaluamos un amplio abanico de
fenómenos, desde las instituciones sociales y políticas gubernamentales a
los rasgos de la personalidad.
Problema de los milagros
Para Hume, el único apoyo de la religión más allá del estricto fideísmo son los milagros, dando argumentos a partir de la concepción de milagro como una violación de las leyes de la naturaleza. Su definición exacta de milagro se puede encontrar en su
Investigación sobre el entendimiento humano,
donde dice que los milagros son violaciones de las leyes naturales y
por tanto son muy improbables. Se ha criticado esta idea mediante el
contraargumento de que tal dictado asume el carácter de los milagros y
las leyes de la naturaleza antes de examinar los milagros, lo que es una
sutil forma de dar por sentada la conclusión. También puntualizaron que
este razonamiento apela a la inferencia inductiva, problemática en la
filosofía humana, pues nadie ha observado todos los acontecimientos de
la naturaleza ni examinado todos los posibles milagros (por ejemplo, los
que no han sucedido todavía). Otra oposición a este argumento parte de
que el testimonio humano nunca puede ser suficientemente digno de
confianza para contradecir la evidencia de las leyes de la naturaleza.
Este punto de vista se ha aplicado a la cuestión de la resurrección de Jesús, respecto a la que Hume no dudó en preguntar,
«¿Qué es más probable – que un hombre ascienda de entre los muertos o que el testimonio esté, de alguna forma, errado?». Esta pregunta es similar a la navaja de Occam.
Este argumento es la espina dorsal del movimiento escéptico y todavía
constituye un problema para los historiadores de la religión.
Argumento del diseñador
Uno de los argumentos más antiguos y utilizados para demostrar la existencia de Dios es el argumento teleológico: que todo el orden y el
propósito es un indicio de su origen divino. Hume hizo la crítica clásica a este argumento en
Diálogos sobre religión y en
Investigación sobre el entendimiento humano
y, aunque el asunto está lejos de estar resuelto, muchos creen que Hume
refutó el argumento con éxito. Su argumentación se sostiene en que:
- Para que el argumento sea cierto, debe ser verdadero que el orden y
el propósito se observen cuando resulten de un diseño. Pero se puede
observar el orden con frecuencia en procesos carentes de planificación
como la cristalización. El diseño sólo es causante de una minúscula parte de nuestra experiencia.
- Además, el argumento del diseñador se basa en una analogía
incompleta: dada nuestra experiencia con los objetos, podemos reconocer
los diseñados por el hombre, comparando por ejemplo un montón de piedra
con una pared. Pero para reconocer un universo diseñado necesitamos
conocer una variedad de universos diferentes. Como sólo podemos conocer
uno, la analogía no puede aplicarse.
- Incluso si el argumento fuera perfectamente válido, no podría
establecer un teísmo robusto; pues se puede llegar fácilmente a la
conclusión de que la configuración del universo es el resultado de un
agente o agentes no inteligentes cuyos métodos sólo tienen una remota
similitud con el diseño humano.
- Si un mundo natural ordenado necesita de un diseñador, entonces la mente de Dios (que es ordenada) también necesita un diseñador. Entonces, este diseñador necesita de otro diseñador, y así ad infinitum.
Se podría responder apelando a una inexplicable mente divina
auto-ordenada; pero entonces ¿por qué no contentarse con un inexplicable
mundo auto-ordenado?
- A menudo, cuando se trata del propósito, cuando parece que el objeto
X tiene la característica C para poder lograr la recompensa O, se puede
explicar mejor mediante un filtrado: es decir, el objeto X no existiría
si no tuviese la característica C, y la recompensa O sólo es una
proyección de las metas humanas en la naturaleza. Esta explicación de la
teleología anticipó la idea de selección natural.
Conservadurismo y teoría política
Muchos ven a David Hume como un conservador,
y en ocasiones se le llama el primer filósofo conservador. Expresó su
desconfianza por los intentos de reformar la sociedad para llevarla
lejos de la costumbre establecida, y aconsejó a los pueblos que no se
rebelasen contra sus gobernantes, excepto en casos de tiranía flagrante. Sin embargo, se resistió a tomar parte por ninguno de los partidos políticos británicos, los Whigs y los Tories,
y creía que se debe equilibrar el anhelo de libertad con la necesidad
de una autoridad poderosa, sin sacrificar ninguna de las dos. Apoyó la libertad de prensa y se mostró simpatizante de la democracia, aunque con restricciones. Se ha dicho que fue una gran inspiración para James Madison, en particular para el libro
Federalista Nº 10.
También se mostró optimista respecto al progreso social, pues creía que
gracias al desarrollo económico que resulta de la expansión del
comercio las sociedades progresaban desde la barbarie a la civilización.
Según él, las sociedades civilizadas son abiertas, pacíficas y
sociables, y sus ciudadanos son, en consecuencia, mucho más felices.
Aunque fuertemente pragmático, Hume produjo un ensayo titulado
Idea de la mancomunidad perfecta, donde detallaba qué reformas se deberían acometer, que incluían la separación de poderes, descentralización, extender el sufragio a todo el que tuviera propiedades de valor y limitar el poder de la iglesia. Propuso el sistema del ejército Suizo
como la mejor forma de protección. Las elecciones deberían de tener
lugar anualmente y los representantes del pueblo no deberían de cobrar
emolumentos.
Contribuciones al pensamiento económico
En el transcurso de sus argumentaciones políticas, Hume desarrolló
muchas ideas que gozan de prevalencia en la economía, principalmente
acerca de la propiedad intelectual, la inflación y el comercio exterior.
Para Hume la propiedad privada
no es un derecho natural, pero se justifica debido a la existencia de
bienes limitados. Si todos los bienes fueran ilimitados y estuvieran
disponibles, entonces la propiedad privada no tendría sentido. Hume
creía en la distribución desigual de la propiedad, dado que la igualdad
perfecta destruiría las ideas de industria y el ahorro, lo que llevaría
al empobrecimiento.
Hume se cuenta entre los primeros que desarrollaron la teoría llamada mecanismo de flujo especie-dinero, una idea que contrasta con el mercantilismo. Expuesto de una forma simplificada, en un sistema de patrón oro,
cuando un país tiene una balanza comercial positiva (es exportador
neto), incrementa sus flujos entrantes de oro. Esto resulta en una
inflación de su nivel general de precios, que en último término
erosionará la ventaja competitiva del país y reducirá sus exportaciones.
De este modo, el patrón oro permitiría restaurar automáticamente el
equilibrio en la balanza de pagos de un país.
Hume también propuso una teoría de la inflación beneficiosa. Creía
que incrementar el suministro de dinero avivaría la producción a corto
plazo. Este fenómeno estaría ocasionado por un margen entre el
incremento del suministro de dinero y los precios. El resultado es que
los precios no se elevarían a corto plazo y puede que no lo hicieran
nunca. Esta teoría se desarrolló más tarde por John Maynard Keynes.
Racismo
Esta controvertida nota al pie aparece en el original del ensayo
De los caracteres nacionales:
- Sospecho que los negros y en general todas las otras especies de
hombres (de las que hay unas cuatro o cinco clases) son naturalmente
inferiores a los blancos. Nunca hubo una nación civilizada que no
tuviera la tez blanca, ni individuos eminentes en la acción o la
especulación. No han creado ingeniosas manufacturas, ni artes, ni
ciencias. Por otra parte, entre los blancos más rudos y bárbaros, como
los antiguos alemanes o los tártaros de la actualidad, hay algunos
eminentes, ya sea en su valor, forma de gobierno o alguna otra
particularidad. Tal diferencia uniforme y constante no podría ocurrir en
tantos países y edades si la naturaleza no hubiese hecho una distinción
original entre estas clases de hombre, y esto por no mencionar nuestras
colonias, donde hay esclavos negros dispersados por toda Europa, de los
cuales no se ha descubierto ningún síntoma de ingenio; mientras que la
gente pobre, sin educación, se establece entre nosotros y se distinguen
en todas las profesiones. En Jamaica, sin embargo, se habla de un negro
que toma parte en el aprendizaje, pero seguramente se le admira por
logros exiguos, como un loro que ha aprendido a decir varias palabras.
Debe tenerse en cuenta que esta forma de racismo era habitual en la
cultura europea de la época de Hume. Podría haber sido un 'hijo de su
época' en ese aspecto, o incluso, por la forma especulativa en que esta
nota está escrita, podría haber aplicado un ejemplo de una de sus
propias reflexiones sobre la causalidad, tratada más arriba: una
"conjunción constante" entre las personas de otras razas que conocía y
los logros de las mismas.
George Berkeley
George Berkeley (Inglés británico:/
ˈbɑː.kli/; Inglés irlandés: /
ˈbɑɹ.kli/) (Dysert, Irlanda, 12 de marzo de 1685 - Cloyne, id., 14 de enero de 1753), también conocido como el
obispo Berkeley, fue un filósofo irlandés muy influyente cuyo principal logro fue el desarrollo de la filosofía conocida como idealismo subjetivo. Su doctrina también se conoce como inmaterialismo,
dado que negaba la realidad de abstracciones como la materia extensa.
Escribió un gran número de obras, entre las que se pueden destacar el
Tratado sobre los principios del conocimiento humano (1710) y
Los tres diálogos entre Hylas y Philonus (1713)
(Philonus, el «amante de la mente», representa a Berkeley, e Hylas, que
toma su nombre de la antigua palabra griega para designar a la materia,
representa el pensamiento de Locke). En 1734 publicó
El analista, una crítica a los fundamentos de la ciencia, que fue muy influyente en el desarrollo de la matemática.
La ciudad de Berkeley, California toma su nombre de este filósofo, en cuyo honor fue denominada la universidad en torno a la que creció.
También han tomado su nombre una residencia universitaria de la Universidad de Yale y la biblioteca del Trinity College de Dublín.
La filosofía de Berkeley es el empirismo llevado al extremo. Si John Locke
había dudado sobre el conocimiento de los cuerpos, Berkeley va más
allá. En su juventud, Berkeley propuso que no se puede saber si un
objeto
es, sólo puede saberse un objeto
siendo percibido por una mente. Declaró que los seres humanos no pueden conocer los objetos
reales o la materia que
causa
sus percepciones, sino que incluso las propiedades matemáticas son
ideas semejantes a las cualidades sensoriales. Por tanto, concluyó que
todo lo que puede conocerse de un objeto es su percepción del mismo, y
resulta gratuito suponer la existencia de una sustancia real que
sustente las propiedades de los cuerpos. Los conceptos abstractos de
Locke no existen para Berkeley, ni en la naturaleza ni en el espíritu,
es una ficción. Las ideas siempre conservan su particularidad. No es la
abstracción, sino el lenguaje, lo que hace posible extender
observaciones particulares a lo general.
En consecuencia, los objetos percibidos son los únicos acerca de los que se puede conocer. Cuando se habla de un objeto
real en realidad se habla de la percepción del objeto. Los cuerpos no son más que haces de percepciones.
Esto plantea la cuestión de si los objetos son
objetivos en el sentido de ser
el mismo
para diferentes personas, y, de hecho, si tiene sentido el concepto de
existencia de otros seres humanos más allá de la percepción de los
mismos. Berkeley argumenta que dado que experimentamos a otros humanos
cuando nos hablan—algo que no está originado por ninguna actividad que
emprenda el individuo que percibe—y dado que sus visiones del mundo son
consistentes, se puede creer en su existencia y que el mundo es idéntico
o similar para todos.
En consecuencia:
- Todo conocimiento del mundo empírico se obtiene a través de la percepción directa.
- El error proviene de considerar en detalle las percepciones.
- El conocimiento del mundo empírico puede purificarse y
perfeccionarse eliminando todo el pensamiento y quedándose sólo con las
percepciones puras.
De esto se sigue que:
- La forma ideal del conocimiento científico se obtiene persiguiendo las percepciones puras, sin intervención del intelecto.
- Si los individuos actuaran de esta forma, seríamos capaces de
conocer los secretos más profundos del mundo natural y del mundo humano.
- La meta de la ciencia, por tanto, es desintelectualizar las percepciones humanas, purificándolas.
Berkeley es metafísico por cuanto afirma la existencia de una
realidad trascendente y la considera objeto de conocimiento. La realidad
de los cuerpos es su condición de ser percibidos y el que las percibe
debe por tanto de existir. Hay un espíritu que percibe y piensa, pero es
la única clase de sustancia, no hay una sustancia exterior al espíritu,
como en la metafísica tradicional. Algunas de las ideas que tiene este
espíritu implican la influencia de Dios para que se produzcan de forma
coherente. Es decir, el mundo material son las percepciones que Dios nos
hace tener. Pero como Dios no puede ser objeto de conocimiento, sólo
las apariencias lo serán. Dios no sería entonces el distante ingeniero
de los mecanismos newtonianos
que a lo largo del tiempo causan el crecimiento de un árbol en el
jardín de la universidad. En lugar de esto, la percepción del árbol es
una idea
en Dios, y el árbol sigue existiendo cuando aparentemente
nadie
lo percibe simplemente porque Dios lo observa constantemente. Dios es,
para Berkeley, el garante del orden que se halla entre todas las ideas.
La filosofía de David Hume
acerca de la causalidad y la objetividad es una elaboración de otro
aspecto de la filosofía de Berkeley. A medida que progresó el
pensamiento de Berkeley, pudo haber asimilado las teorías de Platón,
aunque no se sabe con seguridad. Luce, el considerado más eminente
estudioso de la filosofía de Berkeley del siglo XX, enfatizó con
frecuencia la continuidad de su filosofía en la madurez. Esto indica una
continuidad entre los
Principios,
Alciphron y el resto de las obras filosóficas de Berkeley. Además, el panenteísmo inquebrantable de Berkeley es una evidencia que contradice una completa asimilación del platonismo, y
Alciphron
es un desarrollo en lugar de una revisión de cualquier trabajo previo.
También contradice esta interpretación el hecho de que Berkeley volviese
a publicar sus libros pocos años antes de su muerte sin realizar
cambios importantes.
En relación a la física newtoniana,
Berkeley le concedió un carácter únicamente utilitarista. Para él, las
herramientas matemáticas empleadas en la elaboración de la física de su
tiempo son otra clase de ideas no-generales. Ejemplificó este extremo
señalando que al pensar un triángulo no se opera sobre una idea
abstracta y general del triángulo, sino que la idea pensada viene
siempre aparejada de un triángulo cualquiera, sosteniendo por lo tanto
su realización particular en la mente. En consecuencia, las tesis
científicas son construcciones matemáticas que predicen resultados más o
menos adecuados a lo percibido, no obstante careciendo de una
aprehensión de la esencia de tales cosas. Por otro lado, Berkeley
rechazó los conceptos absolutos en la física, presintiendo una visión
relativista de la realidad que llegaría más recientemente con Ernst Mach.
Refiriéndose a la filosofía de Berkeley, Samuel Johnson le propinó una patada a una roca exclamando
Lo refuto así.
Un empirista podría replicar que la única cosa que Johnson conoció de
la piedra fue lo que vio con sus ojos, oyó con sus oídos y sintió con su
pie. Así que la existencia de la piedra consistía únicamente en las
percepciones
de Johnson. Podría ser que Johnson hubiera pateado en realidad un tocón
inusualmente gris, o puede que le diera un ataque súbito de artritis
justo cuando iba a darle una patada a un trozo de hierba con una roca
pintada. Lo que la piedra
realmente era, aparte de las
sensaciones que pudo experimentar o las representaciones mentales que se
hiciera, le sería, de esta forma, completamente desconocido. La roca
existiría, en última instancia, como una idea de su mente.
El
Tratado de Berkeley se publicó tres años antes de la aparición del
Clavis Universalis de Arthur Collier, que desarrollaba ideas semejantes. Sin embargo, al parecer ninguno de los dos influyó al otro.
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer escribió a propósito del mérito de la obra de Immanuel Kant que ésta representa un verdadero hito filosófico pues antes
"
(...) lo predominante había sido buscar irreflexivamente las leyes del
fenómeno, elevarlas a verdades eternas y así erigir el fenómeno fugaz en
la verdadera esencia del mundo: en una palabra, el realismo no
perturbado en su delirio por reflexión alguna",
3 acusación que no extiende a Berkeley y antes bien reconoce que éste:
"(...)
fue, por tanto, el primero en tratar el punto de partida subjetivo
realmente en serio y en demostrar irrefutablemente su absoluta
necesidad. Es el padre del idealismo...."'